Cuentan las sucias lenguas de las brujas que cuando la luna nace y el sol muere, aparecerá entre aquellos niños que desobedezcan a sus padres una mujer con un largo vestido de ballet ya arrugado y manchado por el tiempo, calva, sin cejas ni pestañas y con una mirada que eriza la piel de los más valientes. Camina con un regalo en su mano, su propio corazón aún latente; con un cántico solo audible para los niños los despierta de su sueño y como una voz debajo de su almohada los invita a irse con ella, su canto dura hasta el amanecer y de el NADIE escapa, solo aquellos ajenos a las travesuras no son atrapados por ella.
Los niños hipnotizados por su voz aceptan su regalo y pasan a seguirla debajo de su largo vestido, incapaces siquiera de temer al destino que les aguarda.