Lo que está escrito en la palma de tu mano

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Alguien se me acercó.

-Déjame ver lo que está escrito

en tu mano -dijo.

Pero en mi mano no hay nada escrito,

no es un pergamino,

ni de mi mano surgen palmeras,

ni fauces de leones,

la veo y está lisa y llana.

-Tal vez sea que tienes un desierto -dijo la voz.

Me froté la mano contra el pantalón,

no, no había nada,

alrededor de mí había edificios de cemento y de cristal,

era una ciudad extraña con millones de coches,

millones de personas que surgían

de la boca del metro

y yo no tenía nada,

solamente estaba solo e iba a algún lugar,

no recuerdo hacia dónde,

recordé el cuento de Rapuntzel,

encerrada en su torre

o el relato de quien descubrió la sal

y se enriqueció,

no tenía dinero, solamente un libro de poemas.

-Espero que alguna vez escribas

un buen libro -dijo la voz.

-Gracias -dije yo -pero ya no quiero publicar

nada,

solamente quiero irme de esta ciudad,

quiero ir a una isla como Paul Gauguin

o ser como Frankestein, el monstruo

al que el populacho

quema en su torre,

y hay otra parte,

donde huye el monstruo al polo norte para que nadie

lo descubra.

-¿No quieres que lea tu mano y saber

lo que te depara el futuro? -dijo la voz.

Me encogí de hombros

y en un kiosco compré un periodico

y con un mechero lo quemé y parecía una antorcha,

estaba anocheciendo y la voz se asustó,

corrí a una fuente

y apagué la antorcha

y quedó un fuerte olor

a ceniza quemada.

-Tú lo quieres es ser parte de la ceniza -dijo la voz.

-Yo no sé lo que quiero -dije yo.

No quiero que me lean la mano,

no hay nada interesante en ella,

solamente guardo mis lágrimas,

pedazos de soledad

entre los dedos,

como perlas de verdad,

es lo único que tengo.

-Con eso tienes lo suficiente para seguir

viviendo -dijo la voz.

Me miré la mano como si fuera de lo más valioso,

pero sólo vi mis lágrimas y mis perlas

quizás mis sueños sean en forma de perlas

que se habían formado con el paso de los años,

la estofa de la que estaba hecho,

me di la vuelta y me puso en camino,

alejándome de la boca del metro,

agité la mano.

-¿No quieres que te lea la mano?

Poemas Para Nadie en la Ciudad RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora