Capítulo 3

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—¡Buenas noches, los amo!

Atsumu gritó en los brazos de Oikawa. Claramente borracho.

—¡Adiós, chicos! —Ese fue Hoshiumi desde la motocicleta de su novio. Estaba terminando de ponerse el casco—. ¡Recuerden avisar cuando lleguen a casa, los quiero!

—Adiós.

Sin siquiera sonreír, se fue caminando. El bolso que colgaba de su hombro pesaba un poco porque traía con él todo lo del gimnasio. Al finalizar el estiramiento, se tomaron una ducha en el club y se fueron directamente al bar con la ropa que tenían de sobra. Por suerte esta vez habían salido temprano para ser sábado en la noche.

Kageyama caminaba por la acera a las nueve de la noche. Muy poca gente quedaba en la calle para esas horas; por más que fuera fin de semana, los japoneses eran aburridos y él no sería distinto al resto así que caminaba a la parada de autobús para irse por fin a su casa. Por suerte, a sus veintiún años, vivía solo gracias a la ayuda de su padre. En un intento desesperado por tener una relación más que estable, le regaló un departamento en la ciudad para que pueda estudiar tranquilo. Tobio lo aceptó solo porque no tenía otra opción.

Respiró hondo. El frío comenzaba a molestar.

Sin querer admitirlo, las palabras de sus amigos le habían afectado un poco. Claro que Oikawa, Atsumu y Hoshiumi no lo hacían con mala intención; Kageyama simplemente no se llevaba bien consigo mismo. Habían partes de su forma de ser que quería cambiar, especialmente cuando todo se trataba de romance. No era el mejor, ni el más experimentado pero tampoco era un completo idiota. Solo era tímido. Le costaba dar el primer paso  especialmente y estaba cansado de eso. Hoshiumi hablaba en serio cuando dijo que podría tener a cualquiera pero... Kageyama era a su vez el problema.

Lo que sí debía admitir es que le daba miedo todo eso. No quería que por culpa de su vergüenza terminara muriendo solo. Pero eso ya era un poco exagerado.

Intentó sacarse esos pensamientos de la cabeza buscando su teléfono para ver a qué hora pasaba su autobús.

• • •

Hinata, por otro lado, recién salía de la farmacia. Al terminar su turno y despedirse de sus amigos le llegó un mensaje de su madre diciéndole que su hermana ardía en fiebre y necesitaba que le comprara medicamentos antes de regresar. Tuvo que desviarse de su camino sintiéndose un poco desesperado.

Por suerte solo tuvo que caminar unas calles para llegar a la farmacia. En el camino pasó por varios bares, preguntándose si Suga y Noya estarían disponibles el sábado que viene para ir a beber algo. Se distraía con facilidad, debía admitirlo.

Cuando salió del local, se dirigió rápidamente a la parada de autobús más cercana que encontró. No le gustaba estar a esas horas en la calle; era feo que estuvieran casi vacías más que por jóvenes adultos. No se sentía del todo seguro. Y por alguna razón, los borrachos salían a la calle como si nada. Justo como hace unos segundos, que se cruzó con uno colgándose de otro mientras gritaba cuánto lo quería.

Cuando llegó a la parada, se sintió un poco más tranquilo al verla vacía. Fácilmente se ponía nervioso por los extraños con los que después debía compartir lugar. No es que fuera paranoico pero si alguien llegaba a intentar hacerle algo, no podría defenderse mucho porque no era la persona más fuerte del mundo.

Y hablando de fuertes, el tipo que acababa de llegar sí que lo parecía. Ese hombre podía golpearlo y él moriría al instante.

Quiso suspirar al mirarlo fugazmente. ¿En serio los hombres lindos en Japón seguían vivos? Ese parecía importado del Olimpo, porque no era normal lo atractivo que era. Pensó que ya no existían hombres hermosos pero el pensamiento se fugó al instante que cruzó una mirada con él.

Kageyama era ese chico. Y lucía un poco confundido. ¿Estaba bien o por qué lo miraba así? Según él no tenía pinta de ladrón así que no quería pensar que el pelinaranja ese estaba así porque creía que le robaría. Se sintió desganado de solo pensar cómo la gente lo percibía y lo raro que podría llegar a verse como para que crean esas cosas.

Debía admitir que era un tanto bonito. El desconocido apoyado contra el barandal parecía una persona tierna; de esas que por el frío su nariz y mejillas se ponen rojas y te dan ganas de abrazar. Mirándolo más de cerca incluso llegó a creer que tenía pecas por su tono de tez tan claro pero debería verlo de más cerca, aunque claro que este chico asustadísimo tenía toda la pinta de que si le hablaba soltaría un grito. Por eso decidió desviar la mirada, sonrojándose ante el pensamiento de dejarse llevar y pedirle el número.

Kageyama sabe que debería hacerlo...

¡Necesita ser más suelto! Todo el mundo se lo ha dicho pero tiene tanto miedo de ser juzgado que se detiene antes de dar el primer maldito paso.

Y las cosas parecen irse de sus manos, justo como el chico que ya está haciéndole una seña al autobús para que lo recoja...

Podría hablarle...

Pero qué vergüenza...

Pero es tan bonito...

Él ya se había subido. Se estaba yendo.

Bufó y miró al cielo.

Se prometió a sí mismo que si volvía a verlo, definitivamente le pediría el número.

Por ahora, solo lo observaría irse.

Como siempre hace con todo.

aaa kageyama es tan yo (pelotudo) (yo soy una pelotuda) (no sean como kageyama y yo)

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aaa kageyama es tan yo (pelotudo) (yo soy una pelotuda) (no sean como kageyama y yo)

HOLA AMORES! Cómo están? :)

ojalá les haya gustado el cap!!!

sigan teniendo fé en esta historia aaaaa

nos vemos!!!

tkm tkm tkm

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