Capítulo 10

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Me di cuenta que un nombre lo estuve escribiendo mal, con J cuando es con G. Looooooooooool, cosas que pasan, okei.

 Looooooooooool, cosas que pasan, okei

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La profesora Méndez pasaba lista al tiempo que entregaba a cada uno, los trabajos de la clase anterior. Era en ese tipo de ocasiones en las que lamentaba que mi apellido comenzara con la letra R, pues tenía que esperar más de la cuenta. Aun con eso, fui paciente y me centré en hojear mi cuaderno de apuntes.

—Caín Roldán Chimal.

—Yo —dije apenas escuché mi nombre y me levanté de mi asiento para tomar el trabajo. Volví a mi lugar con una sonrisa. La profesora me había puesto el noventa por ciento de la nota y un comentario de retroalimentación de su parte.

Cuando terminó de entregar todos los trabajos, nos pidió dejar lo que estábamos haciendo para ponerle atención. Así, nos habló de la dichosa feria del arte y de las actividades que ya se tenían previstas y de las cuales, ya sabía algo gracias a Abel. La escuela buscaba que como alumnado fuéramos partícipes del evento, por lo que el comité organizador estaría a cargo de la recepción de proyectos de quienes desearan exponer su trabajo. Era sin duda, una excelente oportunidad para darse a conocer.

Abel y yo regresábamos de la escuela y, con dos semanas de anticipación, hablábamos sobre lo que podíamos hacer para el evento. Teníamos muchas cosas en mente, que sería todo un reto decidirnos por una sola. Por más que nos llevábamos bien, nos resultaba complicado ponernos de acuerdo cuando de trabajar en conjunto se trataba. Nuestros hermanos, quienes iban unos pasos por delante que nosotros, parecían tener una conversación más animada.

Llegamos a mi casa.

—A ver, entonces ¿qué hacemos?

—Pues ya te dije —me contestó Abel, sentándose al otro lado de la mesa del comedor—. Pero no quieres, ¿por qué no?
Me mostré poco interesado.

—Vamos, Caín. Es una buena idea. ¿Verdad que sí, Susana? —le preguntó, alzando la voz para que ella le hiciera caso, pues estaba muy entretenida viendo la televisión con Set—. ¿Susana?

—Déjala, a mí menos me peló cuando le dije que quitara sus cosas de aquí. ¿O no, Susana? —la llamé, sin éxito.

—¿Qué quieren? ¡No me dejan ver la tele a gusto! —dijo al cabo de un rato.

Miré al techo, hastiado, no me iba a poner a repetir lo que ya le había dicho.

—¿Pero qué me decías tú, Abel? No estoy de acuerdo con lo que dice Caín, pero contigo sí. A ti sí te hago caso en todo.

Abel se río y yo hice un gesto con la cara que le hizo reír más. Volvimos a lo nuestro, donde Abel insistió en que era buena idea que él pintara una serie de cuadros inspirados en el cuento que me había devuelto la profesora. Pero su idea seguía sin convencerme, ni yo mismo sabía por qué. Me dio el resto del día y el fin de semana para pensarlo mejor.

Caín y Abel © #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora