capitulo 1. Nuevo comienzo

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Sofía

Apenas el auto se detuvo, solté un suspiro pesado. Frente a mí se alzaba la que, al parecer, sería nuestra "nueva casa." Como si la palabra "nueva" pudiera tapar el hecho de que me habían arrancado de mi vida para traerme aquí. La ciudad de Arcadia era tranquila, con ese aire de cuento pintoresco que encantaba a cualquiera... menos a mí.

—Baja tus cosas, Sofía —dijo mi madre mientras me daba una palmadita en el hombro, como si con eso pudiera animarme.

—Claro, mamá —respondí con tono monótono.

Detrás de nosotros, el chófer, un tipo alto y con cara de pocos amigos, comenzó a sacar las cajas del maletero. Llevaba un sombrero que parecía de otra época y siempre tenía una expresión de impaciencia, como si estar ayudándonos fuera la última cosa que quisiera hacer. Y sí, yo tampoco estaba encantada de tener que soportarlo.

Con un suspiro, bajé del auto y tomé una de las cajas más livianas, aunque tampoco había mucho de dónde elegir. Mientras avanzaba hacia la entrada de la casa, escuchaba los pasos del chófer pesados y su respiración cansada. Me mordí el labio para no quejarme, pero no pude evitar lanzar una mirada de desagrado cuando él dejó caer una caja al suelo sin mucho cuidado.

—¿Puedes ser un poco más cuidadoso? —le lancé, tratando de sonar educada, aunque apenas contenía la irritación en mi voz.

—Claro, señorita —respondió él, con sarcasmo, sin ni siquiera molestarse en mirarme a los ojos.

Una vez que logré llevar mis cosas dentro, recorrí la casa con una mezcla de curiosidad y desdén. Era más grande que la que habíamos dejado atrás, pero eso no la hacía especial. Solo era… otro lugar desconocido. Me dirigí hacia el segundo piso, buscando mi habitación, y al abrir la puerta supe que había encontrado mi refugio. Solté las cajas y me dejé caer sobre la cama, observando el techo. No me sentía preparada para salir y explorar, ni para ver qué sorpresas o desafíos podía tener este sitio. Esta sería mi cueva por un rato.

Neidam

Mientras Sofía, en la casa de enfrente, se encerraba en su cuarto con la cabeza llena de pensamientos oscuros, Neidam estaba en el garaje de su casa. Era una tarde común, y sus auriculares bloqueaban casi cualquier ruido externo mientras ajustaba su motocicleta. Era un chico reservado y sus días solían seguir la misma rutina: clases, gimnasio y noches en solitario con música de fondo. Para él, el mundo exterior era una mezcla de ruido y expectativas absurdas que prefería evitar.

Sin embargo, algo rompió su concentración; un movimiento fuera de lo habitual. A través de la ventana del garaje, notó el ir y venir de personas frente a la casa de enfrente. Entre ellos, vio a una chica de cabello oscuro y expresión seria, que cargaba cajas y las llevaba dentro.

Neidam entrecerró los ojos, intentando distinguir mejor su rostro. Tenía un aire de misterio que, de inmediato, le llamó la atención. Aunque la lógica le decía que lo mejor era ignorar el alboroto, algo lo mantuvo observando por unos segundos más. La chica desapareció detrás de la puerta, pero la sensación que había despertado en él permaneció.

Sacudiendo la cabeza, volvió a concentrarse en su moto, aunque ahora su mente estaba más inquieta que de costumbre. La vida en Arcadia solía ser monótona, pero de algún modo, esa recién llegada parecía traer algo diferente.

Sofía

La noche había caído sobre Arcadia, y el silencio era un tanto inquietante. Había pasado toda la tarde en mi habitación, rodeada de cajas y con la nostalgia pegada en cada rincón. Extrañaba mi antiguo hogar, la vida que conocía, las calles que me eran familiares. Aquí, todo era extraño y desconocido.

De repente, un suave golpeteo en la puerta rompió mi ensoñación.

—Sofía, baja a cenar —la voz de mi madre sonaba cansada pero llena de dulzura. Debía haberse dado cuenta de que yo no había puesto ni un pie fuera de mi cuarto en horas.

Me acerqué a la puerta, la abrí lo suficiente para que me escuchara, pero no lo suficiente para tener que salir.

—No tengo hambre, mamá. ¿Puedo quedarme aquí, por favor? —le pedí en tono aburrido, casi sin mirarla.

Ella me observó en silencio por un momento, sus ojos reflejando un atisbo de comprensión. Finalmente asintió.

—Está bien, pero no te quedes despierta hasta tarde, ¿sí? Descansa un poco.

Cerré la puerta con cuidado, sintiéndome ligeramente culpable. Sabía que ella intentaba hacerlo lo mejor posible, pero para mí era difícil aceptar que esta casa iba a ser mi vida a partir de ahora. Me acerqué a la ventana y me dejé caer en el alféizar, mirando hacia el oscuro jardín trasero, perdiéndome en mis pensamientos.

Fue entonces cuando algo llamó mi atención. Al otro lado de la calle, en una mansión con un estilo imponente y una atmósfera casi intimidante, se encontraba "Los Ferrara". Eso decían los rumores; una familia que todos parecían respetar —y temer. Se decía que su influencia iba más allá de esta ciudad, que manejaban negocios y contactos que ni la ley podía tocar.

Mi curiosidad me llevó a observar el reflejo en la ventana y, para mi sorpresa, vi la figura de un chico en una habitación iluminada tenuemente. Se estaba quitando el polo, sus movimientos eran lentos, como si estuviera acostumbrado a esa rutina. Sus hombros y espalda eran fuertes, su postura relajada. No pude evitar quedarme mirando, algo en él me atrapaba de una manera extraña, casi hipnótica.

Sin embargo, antes de que pudiera analizar lo que estaba haciendo, la voz de mi madre volvió a sonar, esta vez desde el pasillo.

—Sofía, hay algo más que quiero que hagas —dijo con tono entusiasta. —Vamos a conocer a una amiga que vive aquí cerca. ¡Te hará bien salir un poco!

Miré una vez más por la ventana, el chico ya había desaparecido y, por un instante, me sentí decepcionada. Tal vez conocer gente no sería tan terrible después de todo, pensé, después de lo que había visto, algo en mí se sentía más... curiosa.

Suspiré y abrí la puerta.

—Está bien, mamá. Vamos.

Mi Obsesión Son Tus Deseos +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora