Quejas

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Capítulo 4
Nayara

—¿En serio te gusta esta película? —La mirada de Aisha estaba fija en la pantalla. Entre nosotras, había un cubo casi vacío de palomitas, la mayoría de las cuales se las había comido ella.
—¿Tienes un problema? —Giré la cabeza, sorprendida, y la miré. Estaba incrédula, pero ella no apartaba los ojos de la película.
—Muchos —respondió sin dejar de masticar, levantando una ceja con cierto aire de desdén—. ¿Cómo te va a gustar Buscando a Nemo?
Dios, Aisha siempre tiene algo que decir.
Lo que más me sorprendía era que, aunque estaba constantemente quejándose de todo, no dejaba de ver la película, como si se tratara de una necesidad vital. Y, claro, no podíamos olvidarnos de las palomitas, que seguía devorando con una concentración casi religiosa.
—Hay algo que no entiendo —se frotó la barbilla, mirándome con aire pensativo—. Si Dori nunca se acuerda de nada, ¿por qué sigue con ella?
No pude evitar reír. Aisha tiene esa capacidad de hacerme sentir a gusto, sin que me importe lo que piensen los demás. Es de esas personas que, cuando las tienes cerca, te hacen sentir como si todo estuviera bien. Como si nada pudiera quebrarse.
Y, sinceramente, me alegro de haberla encontrado. Después de todo lo que me ha pasado, tener a alguien como Aisha en mi vida es un regalo.
La observé mientras seguía mirando la pantalla, haciendo caras y quejándose de vez en cuando. Me hizo sonreír.
Solo espero que nuestra amistad nunca termine.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que la miraba. Giró la cabeza lentamente, y me clavó la mirada. Luego bajó la vista a mis labios y sonrió.
Me puse tan nerviosa que dejé de mirarla y traté de concentrarme en la película.
—¡Vaya, qué interesante la película! —dije, casi sin pensar, mientras intentaba ocultar mi incomodidad—. ¿A que sí?
Ella asintió, con la boca llena de palomitas, como si nada hubiera pasado.

Al terminar la película, Aisha se levantó del asiento murmurando algo que no pude entender del todo. Salimos por la puerta trasera del cine, que daba al centro comercial, y comenzamos a caminar sin rumbo fijo, recorriendo las tiendas. La que más tiempo estuvimos, sin duda, fue La Casa del Libro, porque a Aisha le encanta leer. Y eso, en cierto modo, ya me daba una pista para su próximo regalo de cumpleaños.
Me quedé observando atentamente los libros de la librería mientras ella me hablaba de todos ellos, de sus tramas y de lo que más le gustaba de cada historia. Por lo que me contaba, su género favorito era el romance.
Cuando vio Te espero en el fin del mundo, fue directo hacia él, casi como si lo hubiera estado buscando toda la tarde. Le dio un vistazo rápido a la sinopsis y pasó varios minutos explicándome de qué trataba el libro, con esa pasión que solo Aisha puede transmitir cuando habla de algo que le gusta tanto.
Decidido.
Ese será su regalo de cumpleaños.

Después de un rato, salimos de la librería y nos dirigimos a casa. Aisha se ofreció a acompañarme hasta mi puerta. No me atreví a decir que no.
—¿No tienes sueño? —preguntó, abriendo la boca para bostezar, pero se tapó rápidamente con la mano, avergonzada.
—La verdad, no mucho —respondí, negando con la cabeza mientras caminaba lentamente, arrastrando los pies sobre el suelo del parque que está justo frente a mi casa.
—¿Te parece si vamos al parque un rato? —Me señaló el parque, que estaba a unos pasos de allí.
—Me encantaría, pero ya estoy llegando tarde a casa —dije, con una pequeña sonrisa—. Ya sabes cómo son las cosas con mi familia.
Aisha asintió, un poco decepcionada, pero sabía que no podía hacer nada. Mi familia siempre ha sido un tema complicado de explicar.

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