Aisha
Capítulo 3—¡Vamos, Dan, tú puedes! —chillaron Hugo y Maddy al unísono, levantándose del asiento.
Están sentados a mi lado, y eso hizo que mis tímpanos dejaran de existir.
—¡Joder, chicos, habéis hecho que mis tímpanos desaparecieran! —me quejé, tapándome una oreja por el dolor.
—Qué mona eres cuando exageras todo —dijo Hugo, pellizcándome la parte inferior de la barbilla, acompañado de una leve caricia—. Es un partido, ¿y en un partido qué se hace? —Giró la cabeza hacia Maddy, mientras él seguía sujetando mi barbilla.
—¡Chillar! —respondió ella, alzando los brazos al aire.
Dios, ¿dónde me he metido?
Ni yo ni mi barbilla aguantábamos más.
Le quité la mano de la barbilla, saqué el móvil del bolsillo, abrí la cámara y, cuando vi que mi barbilla estaba completamente roja, lo agarré del brazo y lo llevé hasta donde yo estaba.
—Hugo, mira lo que me has hecho en la barbilla —le mostré la foto en la pantalla del móvil.
—Eso te lo hizo Maddy —replicó él, soltándose de mi mano.
—¡No mientas, Hugo, lo hiciste tú! —dijo Maddy, levantándose del banco y acercándose a nosotros.
—¡Callaos ya, los dos! —chillé—. Sé perfectamente quién ha sido. —Le señalé con el dedo—. Y si me lo vuelves a hacer, te enteras, Hugo.
Él asintió, visiblemente indignado.
Giré la cabeza hacia el otro lado de la grada, mirando a todas las personas que se encontraban ahí, queriendo asegurarme de que nadie había visto lo que acababa de pasar.
Mi mirada se detuvo cuando vi a una chica con el cabello marrón en forma de escaleras, ojos verdes combinados con marrón y unos labios finos, excepto en la parte inferior, que era más gruesa.
Estaba hablando con Cloe, quien no dejaba de señalarme mientras susurraba algo a Nayara al oído.
Cloe dejó de cuchichear, levantó la mano en modo de saludo y me lanzó una sonrisa.
Nayara bajó la mano, avergonzada, y le dijo un par de cosas que no logré entender.
—Chicos, ahí están Nayara y Cloe —les di unas cuantas palmadas para que se dieran la vuelta sin apartar la vista de ellas.
—¿Quién? —preguntó Maddy, frunciendo el ceño.
—Su novia —dijo Hugo, riéndose.
Le di un empujón en la espalda para que se callara. Él ni siquiera se inmutó.
Vi cómo unas chicas se acercaban a nosotros, se pararon delante de mí, pero ninguna de ellas hablaba, solo miraban a Hugo.
Él ni siquiera se daba cuenta.
—Hugo, creo que alguien te reclama —dije, dejando de mirar a las chicas y mirando a Hugo para que se diera la vuelta.
—¿Qué pasa? —me preguntó, algo cansado de mí.
—Estas chicas —señalé a las chicas, fingiendo una sonrisa—. Estas chicas preguntan por ti.
Hugo giró la cabeza hacia ellas y, al verlas, se levantó para ir hacia ellas. Pero se frenó en seco cuando llegó hasta donde yo me encontraba.
—¿Eres Fran? —preguntó una de las chicas, temblando de nervios—. ¿El de la película Todo lo que nos pudimos ahorrar?
—Sí —dijo Hugo, sonriendo de lado—. Soy yo.
—¿Podemos hacernos una foto? —preguntó una de las chicas, sacando su móvil del bolsillo del abrigo.
—Claro que sí, chicas —respondió Hugo, posando su brazo sobre los hombros de las chicas.
—¿Puedes hacernos la foto, por favor? —le pidió una de las chicas a Maddy, pasándole el móvil ya con la cámara encendida.
—¿Estáis seguras de haceros una foto con él, chicas? —se rió Maddy, sujetando el móvil.
Solté una pequeña carcajada, pero rápidamente me tapé la boca para que Hugo no me dijera nada.
Maddy hizo la foto, las chicas miraron la imagen y sonrieron al verla. Le dieron las gracias al unísono, Hugo asintió con una sonrisa en la cara mientras las chicas se iban.
El sueño de Hugo desde pequeño fue ser actor.
Hace un año, participó en una película como protagonista, en su primera película.
Años atrás hizo varias obras de teatro. Maddy, Mery y yo íbamos siempre que él actuaba. Siempre le he apoyado en todo lo que hace. A pesar de que lo conozco desde hace poco, Hugo se ha convertido en una persona muy especial para mí. Desde el primer día que nos sentaron en clase, conectamos al instante.
Él era repetidor. Yo lo vi primero, sentado en su silla, con una camiseta blanca, pantalones cortos de mezclilla y el cabello bastante corto.
—Marcos, Bea, Victoria, Elsa, Víctor, Aisha, Izan, Carlota, Jesús, Andrés, Rodrigo, Kevin, Marta —dictó nuestra nueva profesora, que se encontraba en el marco de la puerta con un papel que llevaba nuestros nombres—. Venid conmigo, en fila.
—Al menos me ha tocado con Marcos —pensé para mis adentros, tocándome el pelo suavemente.
Cogí la mochila del suelo, me levanté, coloqué bien la silla y me fui con la profesora.
A mitad de camino, Marcos me paró.
—¿Pero a qué clase vamos? ¿Al A?
—Al B —me reí—. ¿Cómo puedes ser tan tonto?
—No soy tonto —dijo, encogiéndose de hombros—. Es que son las 8:30 de la mañana. A estas horas no soy persona.
Negué con la cabeza, riéndome.Al llegar a clase, vi a dos personas sentadas, cada una en su sitio.
El chico era blanco, con el cabello rubio oscuro, llevaba una camisa blanca y unos pantalones cortos de mezclilla, y tenía el pelo bastante corto.
La chica era morena, llevaba una camiseta negra y pantalones de chándal negros, su cabello era negro y liso, le llegaba hasta la cintura. Usaba gafas azules redondas y unos zapatos Air Force 1 negros.
—Bea, tú te sientas al lado del repetidor... que no está, pero ese es tu sitio —dijo la nueva profesora, señalando el asiento que estaba junto a la ventana, delante de ella.
¿Hay otro repetidor? ¿Pero qué tan difícil es primero eso?
—Izan, detrás de Bea.
Resoplé, cansada de estar de pie. Ya habían llamado a seis personas antes que a mí. Pero eso no era lo peor. La profesora se paraba a explicar cómo debíamos comportarnos.
¿Por qué lo explica uno por uno? ¿No es más fácil a todos a la vez?
—Aisha, segunda fila, en el medio.
Perfecto, me ha tocado con el repetidor. Qué vergüenza.
Me senté en mi lugar.
La profesora empezó a explicarme cómo debía comportarme, pero no le presté atención, ya le había escuchado unas... seis veces. Y por obligación, no por gusto.
—Marcos, detrás de Aisha.Llegó la hora de las clases de inglés. La profesora directamente se puso a dar temario.
Los demás profesores también se presentaron y presentaron sus clases.
—¿Alguien sabe cómo va lo del present continuous? —preguntó la profesora, con la tiza en la mano.
Nadie. Pero cuando digo nadie, me refiero a que nadie contestó.
—¿Nadie? ¿En serio? ¿Se puede saber qué os han enseñado el año pasado?
—¿Qué hora es? —preguntó el chico que tenía sentado al lado, girando la cabeza de un lado a otro, buscando su teléfono.
Al no encontrarlo, saqué el mío y miré la hora.
—Son las 9:30 —dije, girando la cabeza hacia él y mirándole directamente a los ojos.
—Gracias.
Me contestó, seco, como si tuviera ganas de que me callara, como si preferiera estar con sus amigos y no aquí...
Lo entendí, separarse de todos tus amigos debe ser difícil.
—¿A qué hora es el patio? —me preguntó Marcos, acercándose a mi asiento.
—A las 10 —respondí, resoplando.
El chico que estaba a mi lado negó con la cabeza, riéndose, no muy fuerte, pero lo suficiente para que lo notara.
—No te enteras de nada —dijo, girando la cabeza hacia Marcos—. Ya has preguntado demasiadas cosas sin sentido, cosas que ya te han explicado.
Marcos apretó con fuerza sus finos labios.
—¿Como qué, por ejemplo?
—Como preguntar en qué clase estamos mientras la profesora habla en inglés —dijo, frunciendo el ceño y levantando las manos.
—También es verdad —Marcos se acomodó de nuevo en su asiento.
Yo, que estaba escuchando esta conversación tan horrible, me di la vuelta, suspirando.
La profesora de inglés ya había llenado toda la pizarra con apuntes del present continuous.La hora del patio llegó, por fin.
Marcos, el chico que aún no sé cómo se llama, y yo nos quedamos los tres durante el patio.
—¿Entonces tú has repetido? —preguntó Marcos. —¿Tan difícil es?
—En realidad es fácil, solo que estaba pasando un mal momento en mi vida.
—Lo siento —dije entre dientes.
—No pasa nada.
—Por cierto, aún no sabemos ni nuestros nombres —comenté, dando un mordisco a mi almuerzo.
—Yo me llamo Marcos.
—Yo, Aisha.
—Y yo, Hugo.
Hugo.—¡Aisha, estás aquí! —me chilló una voz conocida, sacándome de mis pensamientos.
—¿Eh? Sí, sí —dije, sacudiendo la cabeza.
Ahora mismo, no sé ni dónde me encuentro. La verdad.
—Date la vuelta —me exigió Maddy, señalándome con los ojos.
Cuando me di la vuelta, me encontré cara a cara con dos chicas.
—Es que nos aburrimos, y como os vimos aquí... —hizo una pausa y miró a Nayara. Cloe alzó las cejas levemente y añadió finalmente—: Así que nos acoplamos.
Maddy y Hugo asintieron lentamente, girando sus cabezas hacia donde yo me encontraba.
Tardé un poco en reaccionar, pero rápidamente asentí.
Nayara me agarró del brazo y me acercó levemente.
—¿Quieres ir al cine? —susurró con una sonrisa
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Todo lo que nos pudimos ahorrar
RomantizmDos chicas que se aman, pero sus familias se odian.