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Leah Keery.

Por fin voy a regresar a Nueva York y estaré de nuevo con mi hermano mayor Joe Keery.

Me mudé a España por motivos personales. En ese momento yo no estaba feliz. Sufría mucho acoso por parte de mis compañeros de clases y chicas que se burlaban de mí por no ser “normal“. Nací con pene en vez de vagina. Antes me sentía un monstruo, sin embargo, ahora soy feliz con lo que tengo en la entrepierna. Aquí en España, las mujeres me han tratado de maravilla y me han aceptado. Incluso he tenido algún que otro rollo con algunas pero nada serio.

Ya no soy la misma chica que con cada comentario agachaba la cabeza, ahora los enfrentó.

Saqué del pequeño guardarropas toda la ropa, la que tenía doblada la metí directamente a la maleta, las otras prendas la doble y las guardé.

Una vez lista dejé la maleta en un rincón de la habitación y en un pequeño bolso guardé los cargadores de mi portátil y tablet junto con ellos los dispositivos, obviamente, cada uno en su funda. Lo dejé encima de la maleta.

Fui a la cocina y gasté los últimos huevos que tenía en el frigo de mi departamento. Me he comprado un departamento acá en España para cuando quiera volver no tener que quedarme en un hotel y sea más tranquilo la estancia.

Me hice para cenar una tortilla francesa. Para beber, horas antes me compré unas latas de Cocacola y un par de zumos de paquete para mañana desayunar cuando me levante.

Cené mientras veía una película española. No sé en qué momento me quedé dormida, sólo sé que me asusté cuando me sonó la alarma de las cinco de la mañana. Mi vuelo sale a las nueve.

Anoche me duché por lo que simplemente desayuné y me puse el sujetador. Dormí vestida para que ahora no tuviera que guardar el pijama en la maleta.

El timbre sonó indicando que mi mejor amiga de aquí de España vino para llevarme al aeropuerto. Le abrí la puerta y mientras que subía me lave los dientes y tiré lo de anoche a la basura y lave los trastes.

—Pequeñaja, ¿dónde estás? —preguntó Mimi.

—En la cocina.

Mimi apareció en la cocina. A ella la conocí gracias a una de las chicas con las que me acostaba que me llevó a su concierto. Para los que no la conocen o no saben quién es, ella es Lola Índigo.

—¿Lista para regresar a Nueva York, pequeñaja?

—Yes. Muero por ver de nuevo a mí hermano. Hace más de 5 años que no lo veo ni he sabido nada de él.

Desde que me fui no he sabido nada de él. No le he respondido los mensajes que me ha mandado tanto por WhatsApp como por Instagram porque sí lo hacía me iba a sacar información de dónde estaba y hubiera venido a por mí y me llevaría de nuevo a Nueva York.

—Le vas a dar una alegría enorme cuando te vea. Cuidado de no darle un infarto —me dió un pequeño empujón en el hombro jugando y reí.

—Eso espero.

Al rato nos fuimos al aeropuerto. Le di una copia de las llaves para que cada cierto tiempo vaya y me la ventile para cuando regresé.

Nos dimos un abrazo cuando escuchamos mi vuelo.

—Cuidate, pequeñaja. Iré a verte cuando pueda.

—Más te vale hacer un concierto en Nueva York para que vaya a verte eh —le apunté con el dedo antes de perderla de vista.

Al llegar a Nueva York me tuve que pellizcar el brazo

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Al llegar a Nueva York me tuve que pellizcar el brazo. Todavía no me puedo creer que esté en mi ciudad natal después de cinco años. Cuando me fui no pensé que esté día llegaría. Creía que si lo hacía sería en un ataúd.

Tomé un taxi y le di la dirección de la casa de Joe. Antes vivía con él y ahora no sé sí vivirá sólo o con pareja. Aunque sólo me quedaré unos días en lo que consigo un departamento.

Nada más llegar solté un pequeño suspiro. Saqué las maletas del maletero y le pagué al taxista.

Me acerqué a la puerta y toqué el timbre. Mis manos estaban empapadas de sudor por los nervios. El corazón me iba a mil por hora.

La puerta se abrió a los pocos segundos dejando ver a mi hermano que al verme se quedó estupefacto.

Joe Keery.

Cuando abrí la puerta me quedé completamente sorprendido al verla después de muchos años sin saber nada de ella. Creí que había muerto.

—Leah… —mi tono salió enojado. Lo estaba. Me había tenido en vela y a la espera que la policía me llamará para comunicarme que habían encontrado su cadáver. Y ahora parece cómo sí nada.

—Hey…

—Cinco años sin saber nada de tí y te apareces cómo sí nada en mi puerta. ¿Qué demonios te pasa? —me cruzó de brazos con el ceño fruncido.

—Es una larga historia, Joe… —la vi jugar con su maleta nerviosa.

Con los ojos entrecerrados y a regañadientes la dejó pasar echándome a un lado.

—Si es una historia larga, más te vale que sea buena.

Leah entró y dejó la maleta en un rincón de la sala y volteó a verme, se le notaba en la cara que estaba arrepentida. La miraba sin cambiar mi cara de enfado.

—Ahora vas a empezar a explicar qué demos haces aquí después de 5 años.

—Joe me tuve que ir porque aquí no era feliz. Me mudé a España. Quería sanarme las heridas internas que tenía. Aquí no paraban de burlarse de mí y me hicieron mucho daño… No sabes lo difícil que es que te hagan sentir como un monstruo por cómo naciste… Yo no pedí nacer siendo mujer con pene…

Me quedo un momento en silencio, meditando lo que me estaba diciendo, a pesar de seguir enfadado con ella, la verdad es que me sentía mal al saber lo dura que debía de tener la vida, suspiró levemente y me acerco hacia ella y la abrazo.

—Joder Leah, debías haberme dicho algo antes…

—No quería cargarte con mis mierdas… Lo siento mucho por no haberte dicho nada pero sé que sí lo hacía hubieras venido a por mí y me hubieras traído de vuelta a Nueva York y necesitaba sanar antes de volver… —sentí sus brazos apretarme más a ella.

Sigo abrazándola con fuerza y la acercó más a mi.

—No seas tonta Leah, eres mi hermana, es mi papel cuidar de ti. Siempre voy a querer cargar con tus mierdas.

Sentí como escondía su rostro en mi cuello soltando pequeñas lágrimas.

Intentó calmarla acariciando su espalda y le doy un pequeño beso en la frente.

—Está bien, está bien. Todo va a estar bien…

—¿Me puedes perdonar?

Siento cómo mi enfado se desvanece y me relajo, soltando un suspiro.

—Solo por estar llorando como una niña pequeña y pedir perdón, te perdono.

Siento los labios de Leah en mi mejilla, sonrió un poco y suspiro mientras la acaricio el pelo.

—Joder, cuanto te he echado de menos…

—Yo también te he echado de menos. Pero he vuelto y no volveré a irme nunca más sin avisar.

—Más te vale, no tienes permitido volver a desaparecer nunca más.

—¿Puedo quedarme unos días aquí contigo en lo que encuentre un departamento para mí?

—Por supuesto, no ibas a irte a ningún lugar. Te quedas aquí conmigo. Además, creo que me debes muchas horas de mimos para compensar los 5 años que me has tenido abandonando.

—Deshago la maleta y te doy todos los mismos que quieras.  —Sonrío ampliamente y asiento.

—Eso es justo lo que quería oír —le doy un beso en la frente y me quedo observándola mientras deshace la maleta.

Love Story; Maya Hawke G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora