Capítulo 1

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El reloj marca las tres de la tarde cuando despierto. No es por culpa del despertador, es que me quedé dormida llorando, como tantas noches últimamente. No sé cuánto tiempo ha pasado, no quiero saberlo. Lo único que siento es un vacío profundo que no desaparece,que se niega a irse aunque pase el tiempo. Tres meses desde que todo cambió, tres meses desde que mi padre ya no está, y yo... yo sigo aquí, atrapada en una especie de limbo donde todo parece irrelevante. Me cuesta tanto levantarme de la cama, aún más sonreír. Es un esfuerzo constante, algo que no puedo hacer sin sentir que estoy fingiendo.

Escucho la puerta abrirse y la voz de Dorian, mi hermano pequeño. Siempre tan lleno de energía, tan distinto a mí. En su mundo todo parece más simple, más alegre. Como si nunca le costara salir de la cama, como si no tuviera sombras que arrastrar.

-¡Adaira! -grita con esa energía que me molesta y a la vez me recuerda lo mucho que lo quiero-. ¡Vamos! Tenemos que ir al partido de River-Boca esta noche. ¿Qué dices? ¡Es el mejor partido del año!

Me quedo en silencio, mirando el techo, sin fuerzas ni ganas para responder. No quiero ir. No quiero salir. No quiero hacer nada. No me siento capaz de vivir la vida como lo hacía antes, y mucho menos de sonreír por cosas tan simples como un partido de fútbol. Pero lo miro, y aunque quiero gritarle que me deje en paz, algo en su rostro me detiene.

Dorian tiene 9 años, pero parece mucho más maduro de lo que cualquier niño debería ser. Es un amante del fútbol, y para él, cada partido es una fiesta. River-Boca no es solo un juego, es el evento de su vida. Lo sé, y sé también que no puedo dejarlo plantado, que si hay algo que lo hace feliz, es poder compartir esas pequeñas cosas conmigo, con su hermana. Y aunque no tengo fuerzas, siento que debo hacerlo por él. Si no fuera por Dorian, quizás me hubiera dejado caer por completo.

-No sé, Dorian... -mi voz sale arrastrada, como si hablar me costará más que levantarme-. Estoy tan cansada.

Dorian se queda en silencio por un momento, y sé que está pensando qué decirme para no hacerme sentir mal. Siempre se preocupa por mí, como si él fuera el mayor y yo la niña. Lo miro, y aunque su cara refleja algo de preocupación, hay algo más en sus ojos:esperanza. Esa esperanza que solo él sabe transmitir, esa capacidad de creer que las cosas pueden mejorar, que todo puede estar bien si uno solo intenta.

-Lo sé -dice suavemente, acercándose-. Pero es River-Boca, Ada. Y yo... yo quiero ir contigo. Sabes cuánto me gusta el fútbol, y no me gustaría ir solo. Solo un ratito, ¿vale? Después si te sientes mal, nos vamos. Pero por favor, inténtalo. Quiero que estemos juntos.

No puedo decirle que no. No puedo mirarlo y romperle el corazón. Dorian siempre ha sido mi pequeño apoyo, el que me levanta cuando ya no puedo más. Aunque él no lo sepa, su amor incondicional me ha salvado más de lo que me gustaría admitir. Es mi hermano pequeño, y me necesita.

Contigo en el último minuto ¦¦ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora