Capítulo 5

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La mansión de los Stelling, al verla de cerca, me dejó sin palabras. No era solo una casa enorme; era una exhibición de riqueza, con su fachada de mármol pulido, ventanales infinitos y una serie de fuentes que iluminaban el jardín como una escena de película. Había llegado aquí con tres chicos a los que apenas conocía, amigos de Rodri, aunque Rodri mismo todavía no aparecía. Apenas hacía tres horas había conocido a Jacob, Evan y Oliver en una cafetería del centro. Ellos habían mencionado la fiesta de Dana y Dyron y, con una confianza que me sorprendió, insistieron en que sería divertido y en que yo debía acompañarlos.

Para ser sincera, todo esto me ponía un poco nerviosa. No tenía idea de qué podía esperar. Al cruzar el umbral de la puerta, la música electrónica inundó mis oídos y un torbellino de luces y sombras se dibujó sobre el mármol del piso. Alrededor, grupos de chicos y chicas parecían envueltos en una energía frenética. Risas, susurros y miradas cómplices iban y venían, y un par de chicos lanzaban carcajadas alrededor de una mesa llena de botellas y frascos con polvos de colores.

Evan, que se movía como si esta casa fuera su segunda residencia, fue el primero en hacer un gesto hacia el interior.

—Bienvenida a la cueva de los Stelling, Adaira —dijo con una sonrisa que parecía medio en broma, medio en serio—. No hay fiesta en esta ciudad que pueda competir con esto.

—Tampoco hay lugar que dé más miedo, si te soy sincero —agregó Oliver, guiñándome un ojo mientras se acercaba a la mesa de bebidas para tomar un vaso.

Jacob me lanzó una mirada de apoyo desde el otro lado. Vestía una camisa negra que realzaba su musculatura, y había algo en su mirada que me hizo sentir extrañamente cómoda, aunque acabábamos de conocernos.

—Si no te sientes a gusto, me dices y nos vamos —me dijo, su voz suave pese al estruendo de la música, me sorprendió porque el mismo fue el que se interesó en que viniera.

Intenté sonreír, agradecida por el gesto, aunque una parte de mí estaba tan nerviosa que me costaba imaginarme realmente disfrutando aquí. Sin embargo, no quería parecer la chica que retrocede a último momento. Le di una palmada en el brazo, intentando aparentar seguridad.

—No te preocupes. Estoy bien —respondí, aunque mis ojos recorrían a toda velocidad el lugar.

Casi sin darme cuenta, me quedé observando la sala principal. Al otro lado del salón, justo bajo una lámpara de cristal imponente, distinguí una figura que, por su manera de pararse, no podía ser otro sino Rodri. Aunque solo nos conocíamos de un par de conversaciones y encuentros, él tenía algo que siempre capturaba mi atención: ese aire distante, como si nada ni nadie pudiera alcanzarlo realmente. Su rostro, serio e inmutable, contrastaba con el ruido y la fiesta que bullía a su alrededor. Parecía una pieza suelta en ese mundo, casi igual que yo.

Decidí acercarme, sintiéndome inexplicablemente atraída hacia él. Justo en ese momento, una figura femenina se adelantó y se colocó frente a él. Era Dana. Alta, rubia y con una presencia que llenaba el espacio, Dana se movía con una elegancia casi amenazante. Su postura era la de alguien que estaba acostumbrada a controlar su entorno. Me quedé a una distancia prudente, sin querer interrumpir, aunque noté cómo Rodri me miraba y me lanzaba una sonrisa leve, como una invitación para acercarme.

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⏰ Última actualización: Nov 15, 2024 ⏰

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