Adaira nunca creyó en el amor, después del dolor tras la pérdida de su padre, acostumbrada a ver relaciones rotas y promesas incumplidas. sus ojos se cruzaron con los de Rodri. Adaira comenzó a ver que el amor verdadero puede surgir en los lugares m...
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۵3۵ La mañana comenzó con ese sabor agridulce al que me estaba acostumbrando desde que papá se había ido. A veces, me parecía un sueño extraño del que despertaría pronto, pero al abrir los ojos, la realidad me golpeaba con la misma crudeza. Aun así, aquí estaba, vistiendo el uniforme de la cafetería y preparándome para el primer turno. La idea de trabajar de nuevo en algo que había estado en mi lista de "cosas antes de los 20 años" me llenaba de una especie de energía extraña; era algo pequeño, pero por algo tenía que empezar.
Pasaron unos minutos en los que estuve organizando las tazas y el equipo de trabajo, hasta que escuché un ruido en la puerta trasera. Rodri apareció, ajustándose el delantal y con una expresión relajada en el rostro. Cuando me vio, se quedó un segundo mirándome, sin decir nada, antes de que una sonrisa divertida apareciera en su cara.
—¿Adaira? —dijo, con una mezcla de sorpresa y burla en su tono—. No sabía que trabajabas aquí. Pensé que eras buena derramando bebidas, no sirviéndolas.
Solté una risa, recordando lo desastroso de aquel primer encuentro.
—Supongo que tenía que probar suerte en algo diferente. Y, por cierto, todavía no prometo nada —respondí, tratando de sonar casual mientras evitaba mirarlo directamente a los ojos.
Rodri se rió y se acercó a la barra. Había algo en su presencia que hacía que el trabajo pareciera un poco menos abrumador. Su actitud despreocupada, esa mezcla de seriedad y humor que mostraba, lograba que incluso yo, con la tristeza que arrastraba, sintiera una leve chispa de algo parecido a la diversión
La primera hora pasó con calma. No había muchos clientes y Nico nos dio algunas tareas básicas para empezar el turno. Rodri me enseñó algunos trucos sobre cómo organizarme mejor, bromeando cada tanto sobre mi aparente "falta de habilidades". Al principio, me ponía nerviosa y torpe cada vez que intentaba preparar una orden con él cerca, pero poco a poco empecé a relajarme. Rodri lanzaba comentarios sarcásticos de vez en cuando, logrando arrancarme alguna risa inesperada.
—Para ser nueva, al menos te defiendes —me dijo, observándome de reojo mientras preparaba un café para llevar.
—¿Solo "me defiendo"? —contesté, cruzando los brazos y levantando una ceja—. No seas tan condescendiente.
Rodri soltó una carcajada y se encogió de hombros.
—Por ahora te doy un seis de diez. Veremos si puedes subir ese puntaje a lo largo del día.
A eso de las nueve y media, el flujo de clientes comenzó a aumentar y la cafetería se llenó rápidamente. Empezaba a sentir la presión de las órdenes acumulándose, y sin darme cuenta, comencé a enredarme al intentar atender a varios clientes a la vez. Fue entonces cuando Rodri, con una tranquilidad envidiable, se acercó a ayudarme.
—A ver, novata, ¿te puedo dar un consejo sin que me pongas esa cara de "me las sé todas"? —me dijo, con una sonrisa que delataba su disfrute al verme nerviosa.