Capítulo 3

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"Miradas Pendientes"

El tiempo había pasado demasiado rápido: Mackenzie ya había completado un mes en la academia. La última vez que vio a Berenick parecía muy lejana, aunque no podía evitar pensar en ella mientras se aproximaba el show de talentos, programado para la semana siguiente. Mackenzie tenía la responsabilidad de organizar el evento, y entre los preparativos y su tesis de segunda licenciatura, la semana se volvió muy estresante. Por suerte al menos ya le habían regresado el auto.

Le sorprendía cómo Sabrina crecía día a día y cómo parecía entender la situación. Durante esas semanas, la pequeña no se despertaba tan seguido en las noches, como si de alguna manera supiera que su madre estaba agotada.

El evento sería un viernes por la tarde, y Juliana iría con ella ya que se presentaría su sobrina. Así que, inevitablemente, Mackenzie tendría que llevar a Sabrina.

—Ay, Mack, tranquila. Estaré contigo, ¿sí? No dejaré que nada le pase a mi sobrina favorita —le aseguró Juliana, tratando de calmarla.

—Lo sé, Juli, pero tengo miedo. ¿Y si… la reconoce? —respondió Mackenzie, con algo de ansiedad en su voz.

Juliana frunció el ceño, intentando comprender sus temores.

—¿Pero dices que no la ves desde que te vino a dejar, verdad? —preguntó, tratando de ver las cosas con lógica.

—Sí, pero aun así, no me sentiría tranquila si ella estuviera ahí —contestó Mackenzie, suspirando.

Juliana miró a su amiga con curiosidad.

—¿Y por qué crees que estaría ahí? —preguntó, tratando de entender mejor sus miedos.

Mackenzie se encogió de hombros, dubitativa.

—No tengo la menor idea, pero… a ver, eso es lo de ella: la música, lo artístico. No sé hace cuánto volvió, pero tengo miedo, ¿sabes?

Juliana le dedicó una mirada comprensiva y le preguntó en voz baja:

—¿Miedo de qué Mack?

—No sé… tal vez ella no quería tener una hija —dijo Mackenzie, con voz insegura.

Juliana negó con la cabeza, tratando de tranquilizarla.

—Si no hubiera querido una hija no crees que nunca habría iniciado un proceso de inseminación contigo Se fue amándote.

—Tienes razón —suspiró Mackenzie—, pero ¿crees que aún me ama? ¿Por qué nunca escribió ni llamó? ¿Por qué no me buscó?

Juliana la miró con empatía.

—No lo sé, Mack, seguro hay muchas cosas que deben aclarar. Pero el hecho de que te haya traído aquí y te haya dado su sudadera dice mucho. Aún le importas.

Mackenzie suspiró, cansada de pensar en lo mismo.

—Ay, no sé Juli. Pero ya no quiero pensar en ella… llevo toda la semana así. Solo falta que la sueñe. Mejor hagamos la cena, ¡me muero de hambre!

Juliana rió y asintió.

—Está bien. ¿Crees que ya sea buena idea darle comida a Sabrina? Ya tiene la edad, ¿no?

—Tienes razón, Juli, solo espero que no me salga melindrosa, igual que ella.

Juliana le lanzó una mirada divertida.

—Y dices que ya no quieres hablar de ella, ¡eh!

—Bueno, bueno, es inevitable… —admitió Mackenzie, riendo.

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