volver a amar

12

La noche caía, y Loid caminaba sin rumbo por las calles desiertas, sintiendo cómo el frío de la madrugada se colaba hasta sus huesos. No sabía hacia dónde iba; solo se movía, tratando de huir de la realidad que lo aplastaba. Sus pensamientos regresaban una y otra vez a la pelea con Yuri, a la rabia que se había dejado llevar sin pensar en las consecuencias. A cada paso que daba, el arrepentimiento crecía en su pecho como una herida abierta, una que no parecía tener remedio.

- ¿Cómo lo arruiné tanto? - se preguntaba, mientras la voz de Yuri, llena de dolor y resentimiento, volvía a sonar en su cabeza. La acusación lo atravesaba como un cuchillo, un eco desgarrador de todo lo que había hecho mal. Había dejado a Yuri cuando más lo necesitaba, había huido en el peor momento, y ahora... ahora pretendía que todo se arreglara, que su hija lo aceptara, como si no hubiera consecuencias de sus decisiones pasadas. Pero la realidad era dura y, en ese momento, Loid se daba cuenta de que tal vez nunca podría enmendar el daño que había causado.

Las luces de la calle se reflejaban en los charcos del pavimento, como si fueran los últimos destellos de esperanza que se apagaban en la oscuridad. No había forma de esquivar lo que había sucedido, ni siquiera a él mismo. El dolor en su pecho era una mezcla de amor y arrepentimiento, un recordatorio constante de lo que había tenido y dejado escapar.

- Yuri... Hanna... - murmuró para sí mismo, sintiendo el peso de esos nombres como si llevara una carga imposible de soportar. Recordó el brillo en los ojos de Hanna, el rechazo que había leído en ellos. Sus intentos por acercarse a ella no parecían funcionar, y esa noche, al ver cómo su pequeña lo evitaba, la frustración había superado todo límite.

Había pensado que solo le dolía el rechazo de Hanna, pero ahora comprendía que el verdadero dolor estaba en ver a Yuri tan distante, tan herido por todo lo que él mismo había causado. Las imágenes de ellos juntos en el pasado regresaron a su mente, recuerdos de cuando creía que el amor era suficiente, de cuando todo parecía tan claro. La risa de Yuri, el brillo de complicidad en sus ojos, la manera en que compartían sueños y secretos. Todo eso ahora parecía parte de otra vida, una vida que había dejado atrás en el momento en que decidió romperle el corazón a Yuri.

Mientras caminaba, escuchó una música suave proveniente de un café cercano, una canción que hablaba de amigos, de recuerdos, de lo difícil que era soltar el pasado. Era como si la letra hablara de ellos, de lo que alguna vez compartieron y que ahora parecía roto para siempre. Los recuerdos de su relación pasaban como una película en su mente, escenas de un amor perdido que ahora solo le traían tristeza y arrepentimiento.

Sabía que Yuri lo amaba, lo había visto en sus ojos esa misma noche, detrás de la rabia y el resentimiento. Lo sabía, pero también entendía que no podía seguir pidiéndole a Yuri que ignorara el dolor de haber sido abandonado. Había intentado borrar sus errores, fingir que todo estaba bien, pero la realidad era que Yuri merecía algo mejor, alguien que no le hubiera dado la espalda.

El eco de la última mirada de Yuri lo atormentaba. Su orgullo le había impedido pedir perdón, y ahora, al estar solo en las frías calles, deseaba haber tenido el valor de admitir que él era el culpable de todo. La pelea, la distancia de Hanna, el vacío que sentía... eran el resultado de sus propias decisiones, de su miedo a comprometerse, de su incapacidad para dejar que alguien lo amara de verdad.

Se detuvo un momento, observando su propio reflejo en la ventana de una tienda cerrada. 

- ¿En qué me he convertido - se preguntó en un susurro. El hombre que veía reflejado frente a él era un extraño, alguien que había lastimado a las únicas personas que le importaban en el mundo. Yuri y Hanna eran su familia, y había dejado que el miedo y el orgullo lo alejaran de ellos.