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La fiesta beso en los labios estaba en pleno apogeo y April disfrutaba del ambiente tanto como todos los demás.
Entre risas, brindis y poses para las fotos que serían comentadas al día siguiente, April se sentía parte de la élite de Nueva York, acompañada y segura.
Pero la atmósfera cambió en un instante cuando las puertas de la fiesta se abren de par en par y apareció Serena van der Woodsen, deslumbrante y acompañada de Dan Humphrey.
La atención se desplazó rápidamente hacia ellos y Blair se quedó inmóvil, su expresión era tensa y sorprendida. April, a su lado, frunció su ceño, atrapada también por el desconcierto ante la inesperada aparición de Serena, quien siempre ha tenido la capacidad de crear olas en cualquier lugar al que llegaba.
Para evitar la creciente tensión entre Blair y Serena que podría estropear su noche, April decidió que era el momento perfecto para tomar un respiro.
Salió por una puerta lateral que daba a la calle, donde la noche de Manhattan la recibió con una brisa fresca que contrastaba con el calor y el bullicio de la fiesta.
Pero al caminar un poco y llegar a unas pequeñas escaleras, se encontró con una figura inesperada: Carter Baizen, apoyado en una barandilla y encendiendo un cigarrillo.
Al escucharla llegar, levantó su mirada y sonrió, claramente entretenido.
—April Waldorf, huyendo del caos —dijo, con esa sonrisa ladeada que aún conserva ese toque desafiante que tanto la irritaba y atraía a la vez—. No pensé que te vería aquí.
Ella se cruzó de brazos, manteniendo su tono casual.
—No estoy huyendo de nada, Carter —habló cortante—. Solo necesitaba aire, pero parece que no hay ni un rincón en esta ciudad donde no te encuentres.
Carter suelta una risa baja y le ofrece un cigarrillo, que ella rechaza con una mirada.
—Bueno, yo también necesitaba aire —dijo—. Aunque en mi caso, el caos parece seguirme, ya sabes.
April lo mira de reojo, tratando de mantener la compostura.
—¿Y qué haces aquí, entonces? —cuestionó la castaña.
—De vez en cuando me gusta recordar lo que dejé atrás —respondió—. Además, no todos los días se tiene la suerte de cruzarse con una Waldorf, ¿no?
Ella suelta un suspiro, sin caer en sus juegos—. No te hagas ilusiones, Carter, no pienso quedarme mucho tiempo aquí contigo —viró sus ojos.
Carter sonrió sin ofenderse—. Cinco minutos, April —pidió—. Solo cinco minutos de conversación sin sarcasmo, ni indirectas.
