En la bruma gris de San Petersburgo, donde las sombras se alargaban como si quisieran devorar la luz, Alexei Ivanovich caminaba por las calles desiertas, sintiendo el peso de su existencia como una losa sobre su pecho. Las ventanas de los edificios, cerradas y vacías, parecían observarlo, burlándose de su lucha interna. El aire frío se filtraba a través de su abrigo, pero no podía distinguir si era el frío del invierno o el frío que emanaba de su propio corazón. "¿Qué significa ser?" se preguntaba, mientras el eco de sus pensamientos resonaba en la soledad de su alma.
Desde su niñez, Alexei había sido un observador del mundo que lo rodeaba, un niño que se preguntaba por qué las personas se apresuraban, por qué reían o lloraban, sin saber que la vida misma a menudo se convertía en una rutina insulsa. El bullicio de la ciudad le resultaba cada vez más distante, como si él mismo fuera un espectador en un teatro de marionetas, donde cada hilo que movía a los personajes lo conducía hacia la desesperación.
Los días se deslizaban uno tras otro, y las horas se convirtieron en un vacío interminable. Su trabajo como funcionario en un ministerio era una mera repetición de acciones sin sentido, como un reloj descompuesto que marcaba la misma hora sin tregua. La rutina lo absorbía, y Alexei sentía que su espíritu se marchitaba en esa atmósfera de resignación. Sin embargo, era en esos momentos de reflexión solitaria donde la angustia comenzaba a despertar en él la inquietante pregunta: ¿vale la pena existir en un mundo que a menudo parece tan ajeno?
Un día, mientras paseaba por el maltratado parque de su infancia, se detuvo ante una fuente en desuso. Las aguas estancadas reflejaban su imagen distorsionada, una caricatura de sí mismo. Alexei observó cómo las hojas secas caían y se deslizaban sobre la superficie, arrastradas por un viento que apenas se sentía. Era un recordatorio cruel de la efímera naturaleza de la vida y de la inevitabilidad de su propia decadencia.
En su corazón, un conflicto se desarrollaba. Por un lado, deseaba gritar y hacer retumbar su voz en el mundo, rebelarse contra la indiferencia de la existencia, pero por otro, se sentía atrapado en una red de expectativas y responsabilidades que lo mantenían en la oscuridad. "¿Ser o no ser?" la pregunta se repetía en su mente como un mantra, cada vez más insistente, como si la vida misma le exigiera una respuesta.
Fue entonces cuando conoció a Hans , un joven de cabellos oscuros y mirada intensa que cruzó su camino en un instante efímero pero transformador. En una de sus habituales caminatas por el parque, lo vio sentado en un banco, absorto en la lectura de un libro. Su presencia iluminaba el espacio a su alrededor, y por un momento, Alexei sintió que la vida en su plenitud podría ser posible. Se acercó, impulsado por una mezcla de curiosidad y temor.
—¿Qué lees? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Hans levantó la vista, y una sonrisa iluminó su rostro. —Es un libro de filosofía, sobre la naturaleza del ser y la búsqueda de la verdad. ¿Te interesa?
La simple mención de la palabra "verdad" resonó en el corazón de Alexei como un eco olvidado. Se sentó junto a el, dejando que la conversación fluyera, descubriendo que Hans compartía su inquietud por el sentido de la existencia. Hablaban durante horas, sumergidos en debates sobre la realidad, el sufrimiento y la esperanza. El parecía poseer una luz interior que iluminaba los rincones más oscuros de su alma.
Sin embargo, a medida que la conexión crecía, también lo hacía la sombra del miedo. Alexei se sentía atrapado entre la vida que había conocido y la posibilidad de un nuevo camino, uno que desafiaba su percepción del ser. ¿Podía permitirse la libertad que Hans le ofrecía, o seguiría siendo un prisionero de sus propios miedos y dudas?
El día se desvaneció en un mar de colores nublados, y con él, Alexei se dio cuenta de que el dilema del ser había comenzado a consumirlo. La noche lo envolvió como un manto pesado mientras regresaba a su hogar, cada paso resonando en su mente como un tambor que anunciaba el conflicto que había tomado forma dentro de él.
Mientras se preparaba para dormir, la imagen de Hans danzaba en sus pensamientos, un destello de luz en la penumbra de su ser. "¿Qué pasaría si me atrevo a ser?" se preguntó, la inquietud pulsando en su pecho. El sueño lo arrastró, y en sus sueños, se encontró de nuevo en la fuente, contemplando su reflejo distorsionado, esperando que esta vez, al despertar, todo fuera diferente.
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Reflejos En la Oscuridad
NouvellesEn la penumbra de un estudio desordenado, donde los lienzos y las pinturas son testigos silenciosos de una lucha interna, comienza la historia de Alexei, un artista atrapado entre la luz de la creatividad y las sombras del autoengaño. El arte, a men...