Capítulo uno

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POPPY

—Y... ¡listo! —exclamo tras colocar la última bola en el gigantesco árbol que tengo en frente.

Tengo que retroceder unos cuantos pasos para así poder admirar al completo mi obra de arte que me tomó toda la tarde terminar. Es tan alto que me obliga a alzar la mirada al techo para asegurarme que la estrella dorada que se encuentra en la copa del árbol esté perfectamente centrada. Sus ramas verdes están decoradas por esferas de todos los tamaños y colores, y el olor a pino... ese aroma fresco y terroso que llena la habitación me envuelve de inmediato, y no puedo evitar dejar escapar una sonrisa.

Apenas quedan unas semanas, sin embargo, el clima frío del invierno comienza a sentirse, las casas vecinas y otros establecimientos ya están adornadas con sus propias luces, y los villancicos ya suenan desde los altavoces. El árbol que se irgue sobre mí sólo es otro indicio más que me trae devuelta a esa bonita realidad.

Y es que, por fin, la Navidad ya está aquí.

Me esfuerzo por contener un pequeño grito de felicidad, que me resulta imposible. Después de tanto tiempo de esperar y esperar, la magia de la temporada ha llegado.

Todo se siente más real, más presente.

No sé cómo lo será para otros, pero para mí, esto es mucho más que sólo una simple festividad; es mi época favorita del año. Como si no se notara, ¿verdad? Digo, sólo tengo decoraciones en cada rincón, el árbol ya adornado a finales de noviembre y más villancicos en mi Playlist de Spotify que canciones normales.

Hay algo en Navidad que me llena de una inmensa alegría. Amo todo lo que tenga que ver con ella: las luces, el sonido de las canciones navideñas que inundan las calles, el aroma a galletas recién horneadas y el calor de una taza de chocolate caliente en mis manos. Creo fielmente que esta época tiene algo mágico que no encuentro en ningún otro momento.

Decorar el árbol es uno de mis rituales favoritos. Cada año me esmero en colocar cada adorno con cuidado, asegurándome de que cada luz brille de la manera más hermosa. No hay nada que me produzca más satisfacción que esa primera noche ver que el árbol queda perfectamente iluminado y todo parece perfecto. Me encanta cómo la Navidad puede hacer que los problemas de la vida cotidiana parezcan menos pesados, que los días se sientan más cálidos y que el mundo parezca un lugar un poco más amable.

Si me preguntaran qué es la Navidad para mí, yo se los resumiría en dos palabras. Amor y esperanza. Es el momento en el que todo parece posible, donde los deseos y las promesas se sienten mucho más reales, como si estuvieran por cumplirse.

—Te has lucido de nuevo con el árbol de Navidad de este año. Enhorabuena, Poppy —me felicita el hombre mayor dueño de la pastelería en la que trabajo y, por ende, también mi jefe.

Me giro hacia él. Es un hombre de baja estatura, algo regordete, y con una calva apenas disimulada por unos pocos mechones de cabello gris. Su rostro arrugado lleva una sonrisa honesta y cálida que alcanzan sus ojos azules, que conservan esa chispa de entusiasmo que nunca pierde, a pesar de los años. Lleva su delantal manchado de harina y azúcar glas, y le veo recolocarse las gafas, siempre a punto de deslizarse por la punta de su nariz.

—Gracias, Moe —le devolví la sonrisa—. Ya sabes, tal vez si me esfuerzo lo suficiente, vas a tener que replantearte darme el ascenso a jefa de decoración navideña, ¿qué te parece?

Lo digo en tono de broma, pues ambos sabemos que no existe algo como "jefa de decoración navideña". Moe suelta una risa ronca, de esas que parecen sacudirte el pecho.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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El Sabor de Volver a Creer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora