quatre

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—Cariño.— llamó en voz baja desde su silla frente a la mesa redonda de madera.

Louis cabeceó de golpe casi estampando su rostro adormilado contra el plato de pasta al pesto que había decidido comer en aquel lugar al que su gatito le había llevado. Mantenía el tenedor en su débil manita y su mentón permanecía sucio con algo de crema que caía por ahí al comer con pereza del delicioso espagueti que moría por terminar, pero que no lograba conseguir.

Habían decidido sentarse en una mesa afuera sobre la terraza del lugar, a la orilla del barandal de madera que dividía el restaurante de una linda laguna donde reflejaba el sol con fuerza. El viento era bastante suave y fresco, y aquello solo le ponía más relajado y somnoliento.

—Lo siento.— murmuró abriendo sus ojos celestes en dirección al mayor, enrollando luego algo más de pasta que comió con mordidas pesadas y mejillas abultadas.

Harry rió enternecido y se levantó de su silla luego de comer un bocado más de su lasagna. Era increíblemente buena la pasta en aquel tan acogedor y pintoresco.

—L-Lo siento, ya no me voy a dormir, gatito.— se disculpó una vez más cuando vió al mayor rodear la mesa hasta llegar a su silla.

—No te disculpes amor, se que estás cansado.— le restó importancia, tomándolo por sus axilas para levantarlo de su silla y llevárselo a la suya.

Miraba como sus ojitos se volcaban cada cierto tiempo por la pesadez del sueño. Sus mejillas manchadas con algo de salsa cremosa, su respiración tan tranquila y su débil agarre con manitas flojas solo demostraban lo mucho que quería tomar su ansiada siesta y el tigre no podía evitar cumplir lo que fuese que su pequeño pandita necesitara.

Y justo ahora, necesitaba descansar calientito y protegido en su pecho, ahí a donde pertenecía.

Le sentó sobre su regazo y lo sintió acurrucarse contra él. Jaló su plato por encima de la mesa y comenzó a enrollar el espagueti en el tenedor, acercándolo al menor quien no dudó en tomar el bocado con sus ojos cerrados.

—Pequeño pandita dormilón.— sonrió meciendo su pierna en ligeros rebotes, arrullándolo.

—Es que te juro que no me quiero dormir, Hazza... quiero pasar tiempo contigo d-de verdad... charlar.— negó llevando sus puños a sus ojos para restregarlos— No me dejes dormir, ¿si? Ya no tengo sueño, mira.— pidió viendo al tigre con una sonrisa que parecía más bien un puchero, resaltando su labio inferior.

—Tus ojitos dicen todo lo contrario, amor.— chistó riendo con todo y hoyuelos— Mira que bonitos son, iguales que el mar.— halagó acariciando su rostro con el dorso de su mano.

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⏰ Última actualización: 6 hours ago ⏰

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