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6:37 a.m

—¿Te vas a portar bien, amor?.— preguntó acomodando la mochila amarilla sobre sus propios hombros.

—Si, gatito... lo prometo.— sonrió aún lo suficientemente adormilado como para no querer separarse del alfa.

—Bien, ese es mi bonito omega.— halagó tomándolo por el mentón para hacerle alzar la carita— Si tus clases terminan antes debes avisarme, ¿De acuerdo? Vendré por ti para ir a comer.— avisó dejando un pico en la boquita pomposa.

Estaban de pie a unos cuantos metros de la entrada de la escuela, ahí donde estudiaba el pandita por las mañanas. Era tan solo de un piso pero lo suficientemente grande como para lograr perderse de pronto. En ella aprendía muchas cosas distintas de campos muy variados, era el sistema de educación que manejaban y en realidad a todos les gustaba mucho. No se enfocaban en una sola profesión, si no que cada mes les enseñaban diferentes áreas.

—¿Saldremos a comer, alfa?.— preguntó viéndole con ojitos ilusionados, escuchando el alboroto de los demás alumnos llegando al rededor.

—Si amor, es un lugar nuevo que vi de camino al consultorio.— respondió sonriente— Cuando lo vi pensé que mi niño estaría encantado de visitarlo.— platicó acariciando su tibia mejilla.

Louis rió mimado e intentó recordar si había visto alguna vez el lugar del que hablaba su gatito cuando va de camino a su trabajo. Su alfa era dentista, tenía un consultorio muy lindo en el centro del pequeño pueblo y en realidad era muy famoso, era de los pocos dentistas en el lugar. No por nada tenía esos grandes y filosos colmillos tan sanos y estéticos.

Debía confesar que él mismo se sentía muy afortunado de tener un alfa dentista, pues así no le temía ni siquiera un poco, a comparación de sus amigos quienes contaban historias terribles de sus experiencias con el dentista, aún cuando la mayoría de las personas que conoce sean pacientes de su alfa.

Pronto la campana de la escuela sonó, avisando el comienzo de las clases a todos los alumnos quienes comenzaron a entrar a la institución.

—Anda Lou, hora de aprender, osito.— rió quitando la mochila de su espalda para colocarla en la del más pequeño con cuidado, inclinándose a besar su boquita.

—Mmm no me quiero ir... q-quiero estar contigo, alfa.— reprochó abrazándose de nuevo al torso del tigre tan pronto como pudo, escondiendo su rostro entre la camisa ajena.

—Hoy sales temprano, no estarás lejos de mi por tanto tiempo.— tranquilizó sobando su espaldita— Vendré por ti en un par de horas, se un buen omega para mi, ¿si?.— pidió ladeando su cabeza, intentando observar el rostro angelical de su niño.

My little PomPomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora