deux

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4:15 a.m

—¿Gatito?.— murmuró tallando sus ojitos color cielo, desenredándose de entre las mantas en medio de la oscuridad.

Había estado durmiendo como cualquier pandita normal a tan altas horas de la madrugada, hasta que sintió un horrible frío abarcar mayor parte de la cama.

Achinó sus ojitos intentando distinguir al tigre en algún lugar de la cama, palpando al rededor con sus manitas y moviendo su nariz respingada de arriba a abajo cuando no logró verlo.

Nada.

Quitó las pesadas y calientitas colchas de encima suyo muy a su pesar. Estaba tan cómodo y tibio que no quería mover ni una de sus orejitas, aunque el no tener a su alfa a su lado le ponía demasiado inquieto, sobretodo en la madrugada.

¿Dónde estaría su tigre a estas horas de la noche?

Con piecitos descalzos y una simple camiseta enorme, se dió a la tarea de buscarlo hasta por debajo de las rocas con tal de dar con él.

—¿Gatito?.— repitió más alto, aclarando su garganta cuando su adormilada y cantarina voz relució rasposa y desgastada.

Se asomó en el baño de su habitación, creyendo que tal vez solo le dieron ganas de hacer pipí como le sucede a él todas las noches exactamente a las dos y media de la madrugada. Siempre le pide a su gatito que lo acompañe y su corazoncito brinca de amor cuando sale y lo encuentra quedándose dormido de pie contra la puerta del baño.

Tampoco estaba haciendo pipí.

Tragó saliva nervioso y salió hacia las escaleras, gimoteando cuando apenas las distinguió entre esa masa negra que le llaman oscuridad y que tanto le aterra. El sonido de los grillos cantando era lo único que acompañaba al pobre pandita escalón por escalón hasta llegar a la planta baja, ahí donde se quedo quieto y sin moverse de su lugar mientras veía con ojitos desorbitados a su alrededor.

Las ventanas apenas alumbraban una tenue luz de la luna que daba a parar justo en un largo camino desde la sala hasta la puerta principal, donde clavó su mirada por un largo, largo tiempo.

Tampoco parecía estar por ningún lugar ahí abajo. Ya empezaba a asustarse de verdad pues, ¿En dónde podría estar?... No podía irse a dormir si no lo encontraba ahora mismo.

Chilló alto y saltó en su lugar cuando largo puerta crujió y se abrió demasiado lento, como si no quisieran anunciar su entrada o se estuviesen escondiendo.

Se congeló por completo y apretó sus puñitos a cada costado de su rígido cuerpo. Sus ojos desorbitados de par en par, piernitas temblorosas y respiración agitada junto a ese gimoteo casi involuntario.

—¿Lou?.— preguntó esa muy conocida y hogareña voz, acompañada de unos ojos verdes chillante y casi amarillos.

El omega frunció su ceño y jadeó parpadeando incrédulo.

My little PomPomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora