Espera

23 4 0
                                    

Esa noche, después de un día que había comenzado con la sorpresa de despertar junto a los hijos de Max y que había terminado con una tarde llena de risas y galletas, Checo supo que era el momento de despedirse. El tiempo había pasado volando, y aunque deseaba quedarse más tiempo, sabía que su vuelo a México era temprano al día siguiente.

Max, sosteniendo a Liam, lo acompañó hasta la puerta. Los niños seguían a Checo con pasos lentos, sus rostros reflejando la tristeza que sentían por su partida. Oscar trataba de mantener una fachada de valentía, pero sus ojos lo delataban. Lando, por su parte, no podía ocultar su desánimo, y caminaba cerca de Checo como si no quisiera dejarlo ir.

— ¿De verdad tienes que irte? — preguntó Lando, su vocecita apenas audible.

Checo se agachó para estar a la altura del niño y le dedicó una sonrisa cálida. — Sí, cariño, tengo que regresar a mi hogar. Pero no quiero que te pongas triste, ¿de acuerdo? tal vez más adelante nos podamos ver de nuevo ¿vale?

Lando asintió lentamente, aunque la tristeza no desapareció de sus ojos. Oscar, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se acercó más y miró a Checo con seriedad.

— ¿Volverás a vernos? — preguntó Oscar, tratando de sonar firme, pero la preocupación en su voz era evidente.

Checo sonrió, tocando suavemente el hombro de Oscar. — Eso espero. Pero quiero que sepan que, si alguna vez quieren hablar conmigo, con el permiso de su papá, pueden llamarme. Yo siempre les contestaré.

Lando esbozó una pequeña sonrisa, aliviado por las palabras de Checo, y Oscar asintió, aunque seguía manteniendo una expresión de seriedad.

Max, observando la escena con una mezcla de ternura y gratitud, extendió su teléfono hacia Checo. — Deberíamos intercambiar números. Así podemos mantenernos en contacto y ellos entonces podrán llamarte.

Checo tomó el teléfono y agregó su número, sintiendo una oleada de emociones mientras lo hacía. Sabía que el intercambio de números no era solo un gesto cortés; era una promesa de que lo que iniciaron no terminaría esa noche.

— Gracias, Max, — dijo Checo, devolviendo el teléfono. — Hoy ha sido un día increíble. Me alegra haber conocido a tus hijos.

— Gracias a ti, — respondió Max, su voz llena de sinceridad. — Significaste mucho para ellos hoy... y para mí también.

Después de un último abrazo con los niños, Checo dio un paso hacia la puerta, pero se detuvo por un momento, mirando a la pequeña familia que había conocido en tan poco tiempo, pero que ya había comenzado a ocupar un lugar especial en su corazón.

— Nos vemos pronto,— dijo finalmente, sonriendo.

Los niños, aún tristes, le devolvieron la sonrisa, y Max asintió con una mirada que decía mucho más de lo que las palabras podían expresar. Con el corazón lleno de emociones, Checo finalmente salió del apartamento, sabiendo que esta despedida no era el final, sino el comienzo de algo más.

Al otro día, en horas de la noche mientras Checo llegaba a su apartamento recibió un mensaje de un numero desconocido que rápido identifico.

Numero desconocido:

Hola, Checo. ¿Llegaste bien a México?

Sí, acabo de llegar a casa. Fue un vuelo largo, pero todo bien. ¿Cómo están los niños?

contacto guardado

Max

Están un poco tristes. Lando preguntó varias veces si volverás pronto.

Linda Vida - Con lindos bebés [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora