Primer encuentro

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A la mañana siguiente, Checo se iba despertando con una mezcla de satisfacción y algo de vergüenza. Mientras pensaba en Max, que estaba dormido a atrás suyo, abrazándolo, no pudo evitar pensar en cómo había caído tan fácilmente en la seducción Max. "Carne débil", pensó para sí mismo, tratando de justificar lo que había pasado. Después de todo, Max había sido persistente y tremendamente seductor, y Checo, aunque normalmente más reservado, no había podido resistir.

Pero lo que realmente despertó a Checo fue un tacto en su rostro, cuando abrió los ojos aquella mañana, lo primero que notó fue un par de grandes ojos azules que lo miraban con una mezcla de curiosidad y diversión. Frente a él, un niño pequeño, de no más de tres años, lo observaba con una sonrisa traviesa, dejando escapar risitas suaves que resonaban en la tranquila habitación. Esos ojos, tan parecidos a los de Max, lo desarmaron por completo.

Checo parpadeó, tratando de despejar la somnolencia mientras procesaba lo que estaba sucediendo. Max le había mencionado la noche anterior que tenía hijos, pero también había dicho que no llegarían al apartamento hasta tarde. Por eso, Checo se había sentido cómodo quedándose, sin imaginarse que despertaría con uno de los pequeños mirándolo fijamente.

El niño se inclinó un poco más cerca, casi apoyando su manita en la cama. — Hola, — susurró, su voz dulce y llena de inocencia.

Checo tragó saliva, sorprendido por la ternura del momento, pero también sintiendo una pizca de pánico. — Hola,— respondió, manteniendo su voz baja y suave, como si hablara con un pequeño animalito que no quería espantar.

El niño soltó una risita y se enderezó, claramente contento con la respuesta de Checo. — ¿Tú eres amigo de papá?

Checo se quedó sin palabras por un momento, pero antes de que pudiera responder, sintió el impulso de despertar a Max. Con cuidado, extendió la mano y le dio una suave palmada a Max en sus brazos. — Max,— susurró, — Despierta.

Max murmuró algo ininteligible antes de abrir los ojos, parpadeando al ver a su hijo tan cerca de ellos. Una sonrisa adormilada cruzó su rostro y, sin pensarlo dos veces, estiró la mano para acariciar la cabeza del niño. — Hola, bebé. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde esta la tía Vicky?

El niño asintió con entusiasmo. — Sí, tía Vicky trajo temprano. Inconveniente ella.

Max suspiró, un poco más despierto ahora, y miró a Checo con disculpa. — Lo siento, Checo. Mi hermana debe haber tenido un contratiempo y los trajo antes de lo previsto.

Checo asintió, tratando de mantener la calma. — Está bien. Solo me sorprendió un poco.

— ¿Quién es él, papá?— preguntó el niño, señalando a Checo con un dedo pequeño.

Max sonrió y se volvió hacia su hijo. — Él es Sergio, un amigo de papá. Sergio, este es mi bebé, Liam.

Liam lo miró con ojos grandes y curiosos. — ¿Sergio juega con nosotros?

Max rio suavemente. — Si Sergio quiere, claro que sí.

Checo parpadeo tratando de adaptarse a lo que estaban diciendo. — Si eh... puedo jugar un rato.

El rostro de Liam se iluminó con la respuesta y trepó a la cama, acomodándose entre Max y Checo. Max lo abrazó con un brazo mientras intercambiaba una mirada con Checo, quien seguía tratando de comprender cómo había pasado de una noche tranquila a despertar con un niño en medio de ellos.

Después de un desayuno relajado con los niños, la mañana transcurrió sin grandes sobresaltos. Oscar, el mayor, lideraba la conversación, preguntando a Checo sobre todo tipo de cosas, desde su trabajo hasta su comida favorita. Lando, el niño de cinco años, se mostraba más tímido, observando a Checo con ojos curiosos pero sin hablar demasiado y Liam, el estaba en su mundo mientras comía la fruta que le daba Max.

Linda Vida - Con lindos bebés [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora