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Corría alegremente en un campo lleno de flores bañado por la dorada luz del sol, el ambiente olía dulce y había mariposas revoloteando por doquier, a la distancia, estaba ella, Astrid corrió intentando alcanzarla.

—¡Mamá! -exclamó Astrid emocionada.

Entonces el timbre de salida sonó.
Astrid abrió los ojos repentinamente y miró a su alrededor sintiéndose desorientada; el país de los sueños era el único sitio donde podía volver a ver a su madre, suspiró pesadamente algo desilusionada.

Todos se levantaban y salían del salón como despavoridos, típicos adolescentes aburridos y hastiados de las clases, entonces la mirada de ella conectó con la de Martin, este la observaba fijamente y esto provocó que su corazón diera un salto, recogió sus pertenencias rápidamente al darse cuenta que estaba por quedar sola en el salón de clases.

—Señorita Keller... -pronunció repentinamente.

Ella se detuvo en seco y tomó un profundo respiro. —¿Si? -preguntó con un tono de voz tan amable como pudo.

Él se acercó a ella y se sentó sobre su escritorio. —He estado pensando... Ya que ninguno de los dos quiere que tú vuelvas a repetir gracias a una sola materia o que tengas que asistir a clases de verano, quería ofrecerte una hora de tutoría después de clases.

El ofrecimiento era muy serio y de buena voluntad, Astrid vaciló, si pensó en aceptarlo, pues volver a clases de verano a verlo se le hacía un poco agotador, pero miró el reloj y algo dentro de ella se removió, su vida era una constante rutina en la que su prioridad era trabajar.

—Su ofrecimiento es muy amable, profesor -pronunció con seriedad, todos llamaban a sus profesores por su nombre, pero ella intentaba evitarlo. —Pero no tengo tiempo, mi itinerario es muy estrecho...

—Necesitas ser mejor en clases, necesitas apoyo, entiendo que quieras ser independiente y que sientes que puedes, pero todavía estás aprendiendo a sobrellevar las cosas sola y...

—Yo me tengo que ir... -dijo interrumpiendolo para luego intentar retirarse.

—Astrid... -la llamó, pero al ver que no se detenía avanzó rápidamente hasta ella y la tomó del brazo. —¡Astrid!

—¡Que no tengo tiempo! -dijo en un tono más duro de lo esperado y se cubrió la boca avergonzada.

Él la soltó poco a poco. —Lo lamento... Astrid, no tienes que exigirte de esa forma ¿En qué trabajas? -cuestionó.

—Eso no le importa, solo sepa que es dinero limpio, bien ganado.

Él iba a cuestionarla, pero entonces un sonido extraño irrumpió en el corto silencio.

—Eso... ¿Eso fue tu estómago? -preguntó mirando a su abdomen.

Las mejillas de ella se enrojecieron. —No tuve tiempo de tomar el desayuno, ni de hacerme el almuerzo...

—Vives sola, te duermes en clases, trabajas en la tardes y ahora resulta que no comes bien... -Martin se cubrió el rostro, tratando de mantener a raya el sentimiento de frustración. —Tienes dieciocho años y ya te estás desmoronando.

—Solo necesito tiempo, estoy bien, ya me estoy adaptando. -dijo con una sonrisa que parecía más una mueca. —Ahora me tengo que ir.

—¡No! -la tomó del brazo de nuevo. —¿De qué trabajas?

—Suelteme, eso no le importa y si no me deja ir no tendré más trabajo, y sin trabajo, adiós dinero y con eso adiós a mi comida y los gastos del mes.

Ante esto él la soltó y ella salió de allí con la velocidad de una ráfaga de viento.

No podía discutir con ella, tenía razón, sin trabajo no había una entrada económica y eso solo le complicaría las cosas aún más.

Astrid llegó cinco minutos tarde a su trabajo, pero no le llamaron la atención, aunque ella no lo notaba, su jefe le tenía mucho aprecio y cariño, también algo de lastima al saber que dependía de ella misma; como todas las noches, ella se desenvolvió eficientemente atendiendo a todos con amabilidad y rapidez.

.......

Martin volvió a casa sin ánimos, estacionó su auto y se quedó allí dentro observando su casa largo rato, su teléfono vibró, miró la pantalla.

"Llego esta noche ¿Podrías preparar la cena? Besos, Anne"

Él suspiró y entró a su casa, saludó con amor a su perro y comenzó a cocinar, Martin sí quería a Anne, pero su trabajo la tenía tan absorbida y viajando tan constantemente que a veces sentía que era más una amiga que su esposa. Esa noche al llegar simplemente compartieron una conversación y aunque durmieron en la misma cama, no hubo ningún tipo de interacción, ni siquiera una caricia, un beso, nada que proporcionara calidez, esto incómodo ligeramente a Martin. Él, queriendo tomar iniciativa, se acercó a Anne y le rodeó la cintura atrayendola y comenzó a darle besos el cuello lentamente.

—Mmmmm Martin... -se rió ligeramente.

—Te fuiste casi un mes, me hacías falta. -le dijo en un tono profundo.

Ella le acarició la mejilla. —Disculla cielo, el trabajo es importante para mí y lo sabes.

—Si lo sé... -continuó besándola. —Pero ahora estás aquí.

—Esta noche no, estoy cansada -dijo con suavidad, quitó su brazo de alrededor de su cintura y se alejó un poco.

—Claro. -fue todo lo que pudo decir Martin.

Él se dió la vuelta, metió un brazo debajo de la almohada he intentó dormir.

.....

Era más de medianoche y Astrid estaba despierta haciendo sus deberes, en un momento arrojó el bolígrafo y se frotó los ojos, estaba exhausta, no iba a admitirlo ante nadie, era muy orgullosa para eso, pero vivir sola en una casa de ese tamaño podía ser una carga pesada, sobre todo por la soledad, Anika se puso de pie y se acercó a la chimenea para encenderla, el fuego de esta la hacía sentirse menos sola; suspiró sentada en el suelo observando las llamas mientras se abrazaba las piernas.

—Quizá sí necesito ayuda... -dijo en un susurro mirando el fuego fijamente, pensando en lo que Martin le había dicho más temprano.

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