II

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Estaba recostado sobre una cama grande y con un edredón que se sentía frío contra su espalda. Sus brazos estaban firmemente atados a la cabecera; podía sentir la tela suave que se apretaba contra sus muñecas y un leve ardor en sus hombros le indicaba que llevaba un tiempo en esa posición. Tenía los ojos cubiertos, por lo que sus otros sentidos estaban al 1000% tratando de descubrir algo a su alrededor que le revelara su ubicación, ya que no recordaba cómo había llegado ahí exactamente.

Un sonido repentino lo puso en alerta, sintiendo la tensión en todo su cuerpo cuando unos pasos acortaron su distancia con él. La cama crujió bajo el peso de su acompañante y unas manos que se sentían ardiendo sobre su fría piel le recorrieron los muslos suavemente hasta llegar a sus caderas, donde juguetearon con la tela de sus boxers. Sintió el aliento cálido del otro contra su cuello y un perfume intenso pero refrescante le llenó la nariz, dejando miles de pensamientos y sensaciones que crecían en su interior. Fue consciente de que estaba a merced de un desconocido, semi desnudo y maniatado, pero esa realidad en vez de preocuparle le causó una excitación muy difícil de ignorar.

Unos labios expertos comenzaron a recorrer la piel de su cuello, alternando lamidas y chupetones que seguramente dejarían marcas evidentes. Quería preguntarle al extraño quién era y cómo había llegado a su cama, pero lo único que salía de su boca eran gemidos ahogados.

- ¿No te dije que me esperaras antes de probar la mercancía? – dijo una voz ronca e imponente que se escuchó cercana a su derecha y que le pareció extrañamente familiar.

- Es difícil resistirse – contestó con un ronroneo el otro hombre, muy cerca de su oreja, haciéndolo estremecer al mismo tiempo que se alejaba.

A esta altura de la situación, Jimin ya se había dado cuenta de que su "acompañante" en la cama era un hombre. Esas manos fuertes y seguras que recorrieron su piel, el perfume que lo inundó y esos labios intensos no calzaban con los de una mujer. Además, sus voces eran roncas, profundas y suaves, diferentes entre sí, pero extrañamente similares en sus oídos.

- Y no estás aquí para darme órdenes – replicó la primera voz.

Deslizaba sus dedos por el abdomen de Jimin, delineando sus abdominales, llegando cada vez más abajo, sin tocar su necesidad, cambiando la dirección de su toque hacia su muslo, dejándolo tembloroso y expectante.

El recién llegado se acercó y observó con una mirada hambrienta al rubio sobre la cama, sonriendo con anticipación, luego cerró la distancia que lo separaba del otro hombre en la habitación, lo tomó con brusquedad del rostro, apretando sus mejillas y le susurro: – No es una orden, solo no intentes pasarte de listo, recuerda que esto es solo una tregua entre tú y yo – delineó el labio del otro con su pulgar y lo soltó.

- Imbécil –

-No recuerdo haber sido un imbécil la otra noche – le regaló una mueca lobuna y se acercó a la cama para tener más acceso al cuerpo de su víctima – ¿Mmmm...qué tenemos aquí? –

Ese ronroneo puso nuevamente en alerta los sentidos de Jimin. Podía sentir la cercanía del nuevo hombre, su perfume que lo rodeaba y su voz profunda y autoritaria que enviaba vibraciones por su columna.

- Esto tiene que ser una jodida broma – susurró bajito, cuando una mano le sujetó la barbilla, elevándola, para darle un beso arrebatador.

Su mente explotó. Nunca nadie lo había besado así, tan demandante, marcando un ritmo intenso y profundo que lo dejaba sin aliento. Al mismo tiempo que esa boca le robaba el aire, sentía las manos ágiles del principio recorrerle la piel. aumentando las sensaciones que lo embargaban. Ya no le preocupaba que los otros se dieran cuenta de lo excitado que estaba; tampoco podía evitarlo; su cuerpo respondía al toque de ambos sin que él pudiera hacer cualquier cosa por detenerlo.

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