IV

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El sonido de los casilleros cerrándose y las voces de los estudiantes llenaban los pasillos del colegio. Era una mañana cualquiera, pero para Jisung, todo se sentía más pesado. Había pasado una semana desde aquella salida al parque con sus amigos, una semana en la que las cosas con Minho parecían haberse vuelto más profundas y cercanas. Sin embargo, había algo que aún no podía sacarse del pecho: el dolor persistente que le había dejado su ruptura con Sana.

Jisung caminaba por el pasillo, con los libros en los brazos, intentando esquivar las conversaciones y las miradas. A lo lejos, divisó a Minho cerca de su casillero, hablando con Felix y Jungkook. Por un momento, Jisung se sintió un poco mejor, sabiendo que Minho siempre estaba ahí para él. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse, una figura familiar apareció de la nada, deteniéndolo en seco.

Era Sana.

Ella estaba al final del pasillo, riendo suavemente con un grupo de amigas, su cabello cayendo perfectamente sobre sus hombros. Todo en ella parecía tan tranquilo, tan indiferente, como si nunca hubiera significado nada para ella.

El corazón de Jisung se encogió al verla, y sin poder evitarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Recordó cada momento juntos, cada promesa rota, y el dolor lo golpeó con fuerza. Sana giró la cabeza en ese instante, y sus ojos se encontraron. Por un segundo, pareció dudar, como si quisiera decir algo, pero rápidamente volvió a enfocarse en sus amigas, ignorándolo por completo.

Eso fue suficiente para romper a Jisung.

Dejó caer los libros que llevaba en las manos y salió corriendo por el pasillo. Su respiración era irregular y sus lágrimas no tardaron en caer mientras empujaba la puerta que lo llevaba al patio trasero del colegio, buscando un lugar donde estar solo.

Minho, que había estado observando la escena desde lejos, dejó a Felix y Jungkook sin decir nada y salió corriendo tras Jisung. Su rostro reflejaba preocupación y, al mismo tiempo, una rabia contenida al ver la indiferencia con la que Sana había tratado a Jisung.

—¡Jisung! —gritó Minho, buscándolo entre los arbustos y los bancos vacíos del patio trasero. Finalmente, lo encontró sentado en el suelo, con las rodillas abrazadas y el rostro hundido entre ellas.

Minho se acercó despacio, agachándose frente a él.

—Jisung... estoy aquí —dijo suavemente, sin intentar forzar una respuesta.

Jisung levantó la cabeza, sus ojos hinchados y llenos de dolor.

—No puedo... no puedo con esto, Minho. —Su voz se rompió mientras hablaba—. La vi... y es como si nada hubiera pasado. Como si yo no importara en absoluto.

Minho sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Se sentó junto a Jisung, sin decir nada al principio, simplemente estando a su lado.

—Ella nunca te mereció, Jisung —dijo finalmente, su tono bajo pero lleno de rabia contenida—. Sana... no tiene idea de lo que perdió. Y, honestamente, no sé si alguna vez le importaste como debería haberlo hecho.

Jisung lo miró, sorprendido por la dureza de sus palabras.

—No digas eso, Minho. Yo... yo también cometí errores.

—No, Jisung. —Minho negó con firmeza—. Tú te entregaste por completo, y ella te dejó roto. ¿Sabes lo difícil que es verte así? Cada vez que pienso en cómo te trató, me dan ganas de...

Minho apretó los puños, pero al ver el rostro de Jisung, dejó salir un suspiro y relajó los hombros.

—Perdón... no quiero que esto se trate de mí.

Cura para un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora