VII

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El tiempo había pasado desde aquella cita en el parque, y lo que alguna vez parecía un sueño inalcanzable para Jisung se había convertido en su realidad más cálida. Minho y él ya no eran simplemente amigos, ahora compartían algo más profundo, algo que los conectaba de maneras que antes solo podían imaginar.

Todo había comenzado con pequeños gestos, momentos que habían cimentado la confianza que Jisung tanto temía dar. Minho, como siempre, había sido paciente, guiándolo con cuidado, nunca apresurándolo. Pero todo cambió en una tarde de primavera, cuando Minho decidió que era hora de dar un paso más.

Era un día soleado, con el aroma de flores frescas en el aire. Minho había insistido en llevar a Jisung a un lugar especial, algo que él mismo había planeado durante semanas.

—¿Por qué siempre tienes que hacer tanto misterio? —preguntó Jisung, riendo mientras caminaban juntos por un sendero bordeado de árboles florecidos.

—Porque te gusta, aunque no lo admitas. —Minho le guiñó un ojo, provocando que Jisung desviara la mirada, aunque no pudo evitar sonreír.

Llegaron a un claro en el bosque, donde Minho había preparado un pequeño picnic. Había una manta extendida en el suelo, decorada con flores y rodeada de pequeñas luces que colgaban de las ramas de los árboles cercanos. Jisung se quedó sin palabras al verlo.

—Minho... esto es... increíble.

—Sabía que te gustaría. —Minho sonrió, guiándolo hacia la manta para que se sentaran.

Pasaron la tarde comiendo, hablando y riendo. Era como cualquier otra de sus salidas, pero al mismo tiempo, algo en el aire se sentía diferente. Minho estaba más callado de lo habitual, como si estuviera reuniendo fuerzas para algo importante.

Cuando el sol comenzó a ponerse, tiñendo el cielo de tonos cálidos, Minho se giró hacia Jisung, su expresión más seria.

—Jisung, ¿puedo decirte algo?

Jisung lo miró, intrigado.

—Claro, dime.

Minho tomó aire, sus manos temblando ligeramente mientras las colocaba sobre las de Jisung.

—Desde el primer día en que decidí que estaría a tu lado, sabía que eras especial. No por lo que hacías o decías, sino simplemente porque eras tú.

Jisung sintió que su corazón latía más rápido, pero no lo interrumpió.

—Hemos pasado por mucho juntos. He visto tus mejores momentos y también tus peores, y no hay un solo día en que no me haya sentido agradecido de tenerte en mi vida. —Minho apretó ligeramente las manos de Jisung, su voz temblando por la emoción—. Y ahora, quiero que sepas algo más.

—¿Qué cosa? —susurró Jisung, incapaz de apartar la mirada.

—Quiero estar contigo. No solo como ahora, sino... de verdad. Quiero que seas mi novio, Jisung. Quiero cuidar de ti, y que tú también cuides de mí. Quiero que sigamos compartiendo momentos como este, juntos, como algo más que amigos.

Jisung se quedó en silencio, sus ojos llenándose de lágrimas. Pero no eran lágrimas de tristeza, sino de felicidad, de alivio.

—Minho... —susurró, su voz quebrándose ligeramente—. Claro que quiero. Claro que quiero estar contigo.

La sonrisa que iluminó el rostro de Minho en ese momento fue suficiente para que Jisung supiera que había tomado la decisión correcta. Minho lo abrazó con fuerza, y en ese instante, ambos sintieron que todo encajaba perfectamente.

Los días se transformaron en semanas, y las semanas en meses. La vida juntos se había convertido en algo tan natural como respirar. Minho y Jisung no solo compartían momentos felices, sino también los desafíos que la vida les ponía delante. Pero lo hacían como un equipo, apoyándose mutuamente, aprendiendo y creciendo juntos.

Cura para un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora