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Era un sábado cualquiera en apariencia, pero para Checo, un alivio excepcional. La casa estaba silenciosa; sus padres se habían ido a una junta de la iglesia, llevándose a su hermano Alex. La atmósfera parecía libre de la constante opresión de reglas y devoción religiosa que lo rodeaba a diario. No habría insistencias para rezar o recordatorios de virtudes que él nunca había sentido suyas.

Bajó tranquilamente a la cocina, disfrutando de la calma mientras se preparaba un café. Se sentía como si la casa estuviera finalmente “dormida,” ausente de las miradas vigilantes de las imágenes religiosas en las paredes. La libertad de un hogar vacío era algo raro para él, así que planeaba aprovecharla al máximo. Después de desayunar, volvió a su cuarto, se tiró en la cama y puso su serie favorita.

Mientras Checo estaba inmerso en su serie, un ruido sordo proveniente de la planta baja captó su atención. Frunció el ceño, y casi al mismo tiempo, una punzada aguda de dolor se alojó en su cabeza, justo en las sienes. Era una sensación que comenzó suave pero que rápidamente se intensificó, como un eco molesto que no podía ignorar. Se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos para intentar disipar la incomodidad.

"Tal vez solo es el cansancio," pensó, pero la punzada continuaba, cada vez más fuerte, como si algo o alguien estuviera dentro de su mente, empujándolo a actuar. Respiró hondo, intentando controlar el malestar mientras se incorporaba lentamente.

El ruido se volvió a escuchar, esta vez más fuerte, como si algo pesado hubiera sido arrastrado en el piso de la sala. El dolor en su cabeza parecía estar en sincronía con ese extraño sonido, haciéndolo sentir cada vez más incómodo. Había algo muy raro en el ambiente, una vibración que no lograba identificar pero que le helaba la piel.

Movido por una mezcla de curiosidad e incomodidad, decidió bajar para investigar. Caminó despacio por el pasillo hasta la escalera, intentando ignorar la persistente molestia en su cabeza que solo empeoraba con cada paso. Con la respiración un poco agitada, se asomó desde la parte superior de la escalera, tratando de ver qué estaba ocurriendo abajo.

No había nadie. La sala estaba vacía, pero el ambiente era denso, como si estuviera cargado de una energía extraña y opresiva. La punzada en su cabeza pareció disminuir apenas, pero no desapareció del todo. Dio unos pasos cautelosos hacia el pie de las escaleras, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.

Justo en ese momento, sintió que alguien lo observaba. Un escalofrío le recorrió la espalda, y se giró rápidamente, solo para encontrarse frente a una figura que no había visto antes. Allí, de pie junto a la puerta de entrada, estaba un chico de unos 26 años, observándolo con una expresión que era imposible de leer. Su piel era pálida y sus ojos azules brillaban con una intensidad inquietante.

—¿Quién eres tú? —preguntó Checo, tratando de sonar firme, aunque una parte de él estaba luchando por procesar lo que veía.

El desconocido sonrió, un gesto sutil que solo hizo que la tensión en el ambiente aumentara.

—Alguien que has llamado —respondió con voz profunda y calmada — me llama de muchas maneras, pero tu... Puedes llamarme Max.

Checo sintió que un frío inexplicable le recorría el cuerpo. Había algo en Max que le resultaba familiar y, al mismo tiempo, completamente desconocido.

Checo permaneció en silencio, observando a Max con cautela. Todo en él le resultaba intrigante y, a la vez, perturbador. Sus ojos oscuros parecían profundos, insondables, y su presencia irradiaba una energía casi magnética, algo que jamás había experimentado.

𝑻𝒉𝒆 𝑫𝒆𝒗𝒊𝒍'𝒔 𝑫𝒂𝒓𝒆 | 𝑪𝒉𝒆𝒔𝒕𝒂𝒑𝒑𝒆𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora