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Desde que tenía uso de razón, Checo sabía que su familia vivía según reglas inamovibles, sostenidas por una fe que parecía impregnar cada rincón de su hogar. Las paredes estaban llenas de imágenes de santos, de cruces colgadas en cada esquina, y de citas religiosas que sus padres repetían con una devoción que a él le resultaba ajena. Había un pequeño altar en el salón, adornado con una vela que nunca parecía apagarse y una figura de Dios, rodeada de flores frescas que su madre reponía religiosamente cada semana. Todo en casa se hacía en nombre de Dios; cada acto cotidiano, cada palabra, cada suspiro, parecía orientado a agradar a ese ser superior que, según le decían, siempre los estaba observando.

Pero para Checo, desde pequeño, todo aquello era un misterio sin sentido, algo que le causaba incomodidad e incluso rechazo. Desde niño, había sentido un instinto de distanciarse de todo ese ambiente que a él le parecía más una carga que un consuelo. Mientras sus padres le enseñaban a juntar las manos y a cerrar los ojos en oración, él sentía que las palabras eran solo eso: sonidos vacíos que repetía sin comprender. Podía recitar oraciones de memoria, pero nunca entendía cómo sus padres podían sentir algo tan profundo por lo que a él le parecía solo un conjunto de gestos y palabras hechas por costumbre.

A medida que crecía, su incomodidad inicial se fue transformando en una rebeldía cada vez más visible. A los diez años, ya empezaba a resistirse a ir a misa. Sus padres, en su intento de mantenerlo en el "buen camino" lo llevaban a regañadientes cada domingo, y él pasaba la hora en la iglesia mirando hacia el techo, abstraído en pensamientos ajenos a las homilías y los sermones. Las historias de santos y pecadores, de castigos y salvación eterna, le parecían tan irreales como lejanas. Sus padres, al notarlo, lo miraban con preocupación, como si él fuera una oveja descarriada. Esa mirada solo hacía que su rechazo aumentara. ¿Cómo podían estar tan seguros de que su camino era el correcto? ¿Por qué no podía él simplemente vivir bajo sus propias reglas, libres de juicios y obligaciones impuestas?

A menudo le decían que debía dar gracias a Dios por todos los lujos que tenía, que sin su ayuda divina, probablemente su familia no habría tenido la comodidad de la que disfrutaban y que, en lugar de vivir en aquel barrio lujoso de Italia, podrían haber sido tan pobres como su tío Enzo. Para Checo, esa advertencia no tenía ningún sentido. Pensaba que, en todo caso, eran sus padres los que deberían agradecer; después de todo, era su padre, Francisco, quien trabajaba y mantenía a él y sus hermanos; Nicolá y Alex, con esfuerzo, junto a su madre, Sasha. Sasha era una mujer hermosa y dulce, alguien a quien Checo realmente admiraba y respetaba. Pero esa admiración se veía ensombrecida cada vez que ella insistía en que él los acompañara a la iglesia todos los domingos. A sus ojos, Sasha también estaba atrapada en esa burbuja de devoción que él encontraba asfixiante.

Su hermana Nicolá se había casado a las 22 años, por la iglesia, como Dios lo manda, según sus padres, ahora ella tiene 24 años y esta esperando un hijo, su hermano Alex apenas tiene los 20 años.

Checo no era un adolescente fácil de entender. Desde fuera, podría parecer un joven de vida cómoda y tranquila, pero aquellos que realmente lo conocían sabían que era como un fuego que no podía ser contenido. Tenía una especie de impulso ardiente que lo llevaba a desafiar cualquier límite o norma que intentaran imponerle. No era simplemente rebelde por llamar la atención; parecía que en cada acto de desafío encontraba una manera de reafirmar su independencia, de romper las cadenas invisibles con las que su familia intentaba atarlo. Cada vez que sus padres le pedían que rezara con más fervor, que se confesara con sinceridad o que "reflexionara sobre sus errores", él sentía una chispa de ira que se convertía en una llamarada imparable en su interior. Su alma era una batalla constante entre el rechazo y el deseo de alejarse de todo lo que representaban sus padres.

𝑻𝒉𝒆 𝑫𝒆𝒗𝒊𝒍'𝒔 𝑫𝒂𝒓𝒆 | 𝑪𝒉𝒆𝒔𝒕𝒂𝒑𝒑𝒆𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora