II

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Checo entró al salón de clases con el peso de la charla con su madre del día anterior y el recuerdo de la imagen de Cristo aún presente en su mente. La noche anterior había sido particularmente inquietante, y aunque no quería reconocerlo, sentía que algo estaba diferente, como si una fuerza invisible lo rodeara, haciendo que cualquier gesto de devoción que intentara su familia ahora le provocara una incomodidad creciente.

Cuando Checo llegó a su casa, la madrugada ya había avanzado y la neblina se había instalado en las calles. Apenas lograba mantener los ojos abiertos, su cuerpo todavía arrastrando los efectos del alcohol y las sustancias que había consumido en la fiesta. El frío de la noche le calaba los huesos, pero no le importaba. Solo quería llegar a su cuarto y dejar atrás lo que había pasado. Solo quería olvidar.

Abrió la puerta con cuidado, temeroso de hacer ruido. Pero cuando la cerró, la luz del pasillo se encendió de inmediato, y su madre apareció en el umbral de la cocina, mirando con ojos acusadores.

- Checo... ¿qué hora es esta? - su voz sonaba como un látigo, dura y fría.

Checo intentó caminar con la misma calma que había logrado en la fiesta, pero no pudo evitar tambalear un poco. Estaba tan borracho que sentía la habitación girar a su alrededor.

- Madre... - dijo, tratando de sonreír, aunque el esfuerzo fue en vano. Su voz era demasiado grave y arrastrada.

Ella cruzó los brazos sobre su pecho, su rostro severo, como si no viera al hijo que había criado, sino a alguien que la había traicionado.

- ¿Qué es esto, Checo? ¿Vienes a casa en este estado? ¿Después de lo que te enseñé? -

La palabra "enseñado" cortó el aire. Ella siempre había sido estricta con su fe, había sido su madre quien lo había criado bajo la sombra de la religión, de la moral y de lo que "Dios quería". Cada error, cada paso en falso, se convertía en una falta de respeto para ella y para lo que había "vivido y creído".

- Madre, no pasa nada, solo salí un poco con los chicos... - intentó justificarse Checo, aunque sabía que no estaba diciendo la verdad.

- ¡No me mientas! - su madre levantó la voz, y el sonido de su respiración agitada llenó la casa. Checo podía ver el brillo de la frustración en sus ojos - ¿Qué te ha pasado? ¡Esto no es lo que te enseñé! ¿A dónde ha ido a parar tu fe, tu respeto? -

Él intentó decir algo, algo que pudiera calmarla, pero las palabras no llegaban a su boca. En su cabeza, todo estaba borroso, confuso.

- Me haces sentir avergonzada, Checo - continuó ella, sin importarle que su hijo estaba luchando por mantenerse en pie - ¿Qué dirían tus amigos de la iglesia si te vieran así? ¿Qué diría Dios? ¿De verdad crees que esto está bien? -

Cada palabra era como una daga. Checo sentía el peso de sus ojos clavándose en su pecho, cada frase lo desgarraba un poco más. Su madre no entendía. Ella no veía que él ya no era el niño que había criado bajo esa estricta moral.

Checo se pasó una mano por la frente, tratando de aclarar sus pensamientos.

- Madre, yo... - comenzó, pero las palabras se desvanecieron antes de salir de su boca. No podía explicarle que no había sido solo alcohol o drogas. No podía explicarle lo que había pasado en esa fiesta, cómo una simple mirada de un extraño lo había dejado enredado en un caos de sensaciones y pensamientos.

𝑻𝒉𝒆 𝑫𝒆𝒗𝒊𝒍'𝒔 𝑫𝒂𝒓𝒆 | 𝑪𝒉𝒆𝒔𝒕𝒂𝒑𝒑𝒆𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora