Cuando Chloé Bourgeois llegó al Instituto General, su primera impresión fue que el edificio estaba tan ansioso de desaparecer como la gente que lo habitaba. La fachada gris y manchada de humedad parecía más una advertencia que una invitación, y las ventanas sucias reflejaban la luz de manera tan torpe que daban la impresión de que incluso el sol prefería mantenerse al margen.
"Advertencia" aquí es una palabra que se refiere a algo que te indica que deberías dar la vuelta y correr en la dirección opuesta, pero que usualmente ignoras porque tienes demasiado orgullo o porque, como Chloé, no tienes otra opción. De la misma manera que yo te he advertido desde el primer capítulo que en esta historia no encontrarás más que desgracias.
La puerta principal estaba entreabierta, rechinando levemente con el viento. Chloé, arrastrando sus pasos con la resignación de quien sabe que nada bueno la espera al otro lado, empujó la puerta con más fuerza de la necesaria. Para su sorpresa, no se abrió del todo, sino que golpeó algo o alguien con un ruido sordo.
—¡Eh! ¿Qué haces? —gruñó una voz familiar desde el otro lado.
Chloé retrocedió y se encontró con el mismo anciano que había barrido la estación esa misma mañana. Todavía llevaba su abrigo raído y su sombrero ladeado, pero ahora sostenía una fregona en lugar de una escoba. Su expresión de malhumor era tan reconocible como su rostro, que parecía tallado en roca por un escultor particularmente frustrado. La expresión "tallado en roca por un escultor frustrado" puede parecer un cumplido para alguien con rasgos severos y definidos, pero no lo es. Es simplemente una forma de decir que tu cara parece el resultado de un mal día en el taller de arte.
—¿Usted otra vez? —preguntó Chloé, sin molestarse en disimular su irritación—. ¿Cómo es posible que esté aquí? Estaba en la estación hace menos de una hora.
El anciano arrugó el entrecejo, lo que hizo que su rostro pareciera un mapa topográfico del desdén. —¿Qué estás diciendo, niña? Esta es la primera vez que te veo.
—¡Eso no es cierto! —exclamó Chloé, cruzándose de brazos—. Usted me dio indicaciones en la estación, ¿recuerda? ¿Rue des Chênes? ¿El Instituto General?
El anciano resopló y sacó del bolsillo una pequeña bolsa de tabaco. Con movimientos precisos y la destreza de un artista del origami, comenzó a liarse un cigarrillo. —No sé de qué hablas, pero deja de molestarme. Estoy en mi pausa para fumar.
"Pausa para fumar" es una frase que sugiere un breve descanso del trabajo para inhalar humo de un cigarrillo, pero en el caso de este anciano, parecía más una filosofía de vida. Aquí el trabajo interrumpía su fumar, no al revés.
Chloé abrió la boca para protestar, pero decidió que discutir con un anciano excéntrico en el umbral de su nuevo lugar de desgracias no merecía la pena. Empujó la puerta con un bufido y entró al instituto, dejando al anciano atrás mientras encendía su cigarrillo con la calma de quien ha visto de todo y no tiene prisa por seguir viéndolo.
*****
El interior del instituto era, si es que eso era posible, aún más desalentador que su exterior. Los pasillos estaban mal iluminados, con paredes desconchadas que exudaban un olor a moho y tristeza. "Moho y tristeza" es una combinación que uno debería evitar en cualquier lugar donde espere prosperar, especialmente si ese lugar se supone que es un instituto de aprendizaje. Las puertas, numeradas con placas torcidas, parecían prometer más problemas de los que valía la pena enfrentar.
Después de dar varias vueltas y casi perderse en lo que parecía un laberinto diseñado específicamente para confundir, Chloé encontró la oficina del director. Había un cartel en la puerta que decía: "Dirección", aunque alguien había garabateado la palabra "Correccional" debajo con un rotulador negro. Frente a la puerta estaba sentada una mujer que, al principio, Chloé supuso que tenía al menos cien años. Pero al acercarse, se dio cuenta de que, aunque parecía joven, su piel pálida y su cabello pelirrojo aplastado le daban la apariencia de un fósil recientemente descubierto. Los fósiles, como probablemente sabes, son restos petrificados de seres vivos que existieron hace millones de años. En este caso, la secretaria parecía haberse convertido en uno mucho antes de cumplir los cuarenta.
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Soy la Abeja Reina
FanfictionExiliada de París tras una serie de escándalos, Chloé Bourgeois se encuentra en Sangvallon, una ciudad oscura y olvidada. Armada con un prodigio robado y un ego tan grande como su ambición, Chloé decide convertirse en la heroína que esta ciudad dese...