No necesito tu ayuda (¿o sí?)

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iang Wanyin estaba de pésimo humor. Otra reunión con los líderes de clanes, otra pérdida de tiempo escuchando a un montón de viejos hablando de cosas que no le importaban. "Que si las alianzas, que si los recursos, que si el honor del mundo cultivador" , pensaba mientras rodaba los ojos. Lo único que quería era volver a Yunmeng y terminar de entrenar a sus discípulos.

Pero no, ahí estaba, sentado con cara de piedra, intentando no soltar un comentario sarcástico que lo haría quedar mal. Y claro, como si no fuera suficiente, Lan Xichen, el líder de la secta Gusu Lan, estaba sentado frente a él, todo calmado y sonriente.

—Jiang-zongzhu, ¿te encuentras bien? —preguntó Xichen con ese tono suave que siempre usó.

Wanyin levantó una ceja.
—Estoy perfectamente. ¿Por qué lo preguntas?

Xichen lo miró como si no le creyera. ¿Qué tan obvio era que tenía ganas de lanzar a todos por una ventana? Pero antes de que pudiera agregar algo más, el dolor en su pecho volvió. Era ese maldito presionado, como si alguien le estuviera exprimiendo el corazón. Wanyin respiró hondo, intentando disimular, pero Xichen no era tonto.

—Seguro que estás bien? —insistió, inclinándose un poco hacia él.

—Te dije que sí, ¿no? —gruñó Wanyin, cerrando los puños bajo la mesa.

La reunión terminó (gracias al cielo), pero el dolor no desapareció. Mientras los demás se iban, Wanyin intentó levantarse... y entonces, todo se puso borroso.

La próxima vez que abrió los ojos, estaba acostado en una cama que no reconocía. La luz del lugar era suave, y el aire olía a incienso.

¿Dónde estoy demonios? , pensó.

—Estás en el Recinto de la Nube.

Wanyin giró la cabeza y vio a Lan Xichen sentado junto a él, con esa expresión tranquila que le daba ganas de gritar.

—¿Qué...? ¿Qué estoy haciendo aquí? —preguntó, tratando de sentarse.

—Te desmayaste. No podía dejarte solo, así que te traje aquí.

—No tenías que hacer eso —espetó Wanyin, sintiendo cómo el calor subía a su rostro. Qué vergüenza.

—Tu salud es más importante que tu orgullo, Jiang Wanyin —respondió Xichen, tan calmado como siempre.

Eso lo hizo callar, pero solo por un momento.
—Estoy bien. Fue solo un mareo.

Xichen negó con la cabeza.
—El médico espiritual ya revisó tu energía. Esto no es un simple mareo.

Wanyin lo miró, sintiendo que el enojo y el miedo se mezclaban en su pecho. ¿Qué sabía Lan Xichen de su vida? No necesitaba que nadie lo cuidara, y menos él.

—No necesito tu ayuda, Lan Xichen —dijo, su tono más cortante que un látigo.

Xichen lo miró con calma, pero esta vez sus ojos tenían un brillo diferente.
—Tal vez no la necesitas, pero la vas a tener igual.

Ese fue el momento en que Wanyin se dio cuenta de que deshacerse de Lan Xichen iba a ser más complicado de lo que pensaba.

Enfermedad del corazonWhere stories live. Discover now