Aiden era un chico con todo lo que se puede considerar normal: amigos, buenas notas, pasatiempos, salvo por el hecho de que vivía solo con su madre, todo era normal. Su padre había fallecido hace ya mucho tiempo y Aiden ni siquiera lo recordaba.
El sonido de los pájaros más el sol entrando por la ventana de su habitación, habían logrado despertarlo de su profundo sueño... Aiden tenía el pelo negro azabache y ojos verdes, bajito para su edad y con una mirada que inspira cierta confianza.
Empezó a alistarse para el colegio, su mamá le hizo el desayuno y salió para dirigirse a su lugar menos favorito en el mundo.
Salió de su casa y lo primero que observó fue el gran bosque que cruza en Perpetuhimis, entonces vio salir del bosque a la niña más extraña de su clase.
Escuchó la campana sonar así que caminó más rápido y entró al colegio.
—Diana Evans, sacate esas ramas del pelo.—Escuchó decir a su profesora cuando ya acomodaba su mochila en uno de los lugares libres del salón.
Diana se quitó las ramas y se sentó.
El pueblo estaba dividido en dos partes separadas por el bosque, en la primera parte estaba el colegio, la mayoría de tiendas y casas de familias. En la segunda parte, del otro lado del bosque, estaba un lugar más vacío, siendo Diana la única niña de su edad en ese lugar, su madre que era viuda y luego tan solo había un par de tiendas extrañas y personas que decidían aislarse por alguna razón desconocida.
—Este pueblo vivió épocas terribles—decía la profesora y Aiden bajo su cabeza.
Las épocas terribles que vivió el pueblo no eran lo más divertido para estudiar, además Aiden tenía un profundo miedo a los brujos y prefería negarse a creer en ellos.
Levantó la mano.
—¿Sí? Aiden Everlin—habló la profesora.
—¿Es de verdad que hubo brujos?—preguntó asustado, algunos rieron de su pregunta porque la respuesta era obvia pero Aiden verdaderamente prefería no creer.
—Sí, Aiden... Todos los brujos, de todas formas, si continuaran aquí, estarían en el otro lado del pueblo.—Cuando dijo eso Diana sintió todos los ojos encima suyo...Ella era la única alumna que vivía al otro lado del pueblo y para su mala suerte, a la profesora no parecía importarle.
Por esa razón, Diana no era muy sociable y algunos niños de su clase le tenían miedo, otros sentían pena por ella y otros simplemente seguían de largo.
En el recreo Aiden siempre estaba con sus amigos Franco y Mario y a veces charlaba con una chica de su salón llamada Fleur,una rubia y de ojos celestes que su familia era conocida por tener la casa con más flores de todo el pueblo, siendo así la más colorida. Aiden tenía 13 años, su madre solía ser sumamente callada lo que lo hacía sentirse solo a veces.
Cuando las clases acabaron Aiden empezó a caminar hacia su casa, observó el bosque de nuevo y vio a Diana entrar en él, siempre se preguntaba si Diana regresaría al colegio al día siguiente o si las leyendas sobre ese bosque eran falsas.
Al llegar a casa no encontró a su madre dentro así que fue al patio, ahí estaba la cosecha a la que le ponía tanto empeño.
—Ya no hay nada que podamos hacer—Habló su madre, una mujer alta y de cabello marrón.
La cosecha estaba totalmente destruida, hace días que algo la atacaba por las noches y su madre suponía que era la oscuridad que habían dejado los brujos en aquel pueblo, un pueblo de "Estaciones"... Estaciones es como un conjunto de 4 pueblos, llamados Perpetuhimis, Perpetuautumno, Perpetufons y Perpetuastate, cada uno vive una estación del año diferente. En Perpetuhimis es invierno y siempre habían podido manejar la cosecha aun así.
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Los brujos de Perpetuhimis
FantasyAiden y Diana son dos brujos adolescentes que van a tener que enfrentar a otros brujos y además, a sus propios sentimientos (como si no fuera suficiente).