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Shoto nunca fue alguien muy expresivo. La mayoría de la culpa, por no decir toda, era de su padre y la complicada infancia que tuvo, sin tiempo de detenerse a procesar sus emociones. Ahora que era un adolescente tenia normalizado actuar de esa forma tan fría y distante con las personas, sin expresar sus emociones. Pero esa indiferencia hacia todo y todos no podía ocultarse  al cien porciento.

Bakugo podía ver en sus ojos el cariño con el que trataba a sus amigos y hermanos; la frustración que sentía el mitad pelirrojo cuando algo no le salía bien; la concentración que ponía al momento de pelear; la tristeza que sentía al hablar sobre su pasado o situación familiar y la alegría que le daban cosas tan pequeñas como acariciar gatitos o comer soba frio. 

Podía verlo todo tan solo fijando sus ojos en los de dos colores de Shoto y no sabia como era posible que fuese el único en notarlo.

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