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El muchacho que estaba tras la ruleta le miró y recibió el dinero cuando Neuvillette se alejó un paso. Tiró de una manilla y una trampilla se abrió en medio de la mesa, metió los dos billetes y acto seguido soltó, haciendo que volviera a cerrarse. Los billetes desaparecieron y pronto el mayor tenía varias montañas de fichas de colores a su disposición.

—No vale apostar a todo, tiene que ser a un solo número —añadió la chica—. Sino no es divertido.

—¿A un solo número? Eso es difícil —comentó el mayor mientras colocaba las fichas de forma un tanto maniática, en pequeños montones de cinco—. ¿Tengo varias oportunidades?

La chica se quedó pensativa y se acercó un poco a él. Llevó una de sus manos al cuello de la camisa de Neuvillette y fue bajando para desabrochar otro de sus botones.

—Venga, te dejo apostar a tres números y tres oportunidades distintas —dijo y retiró su mano—. Quiero beber algo.

Neuvillette se había quedado sin palabras. Su expresión ahora era más seria, producto de lo que la joven provocaba en él. Desconocía ese lado coqueto y le gustaba haberlo descubierto.

—Vamos a por una copa, ¿qué te apetece? —cuestionó con una pequeña sonrisa y se tomó la libertad de rodear su cintura con el brazo antes de llamar al camarero con el otro.

—¿Hay algo fuerte? —cuestionó alzando la voz más de lo que debería debido a lo nerviosa que le había puesto tenerlo tan cerca.

—Lo que quieras —respondió. El camarero estaba junto a ellos y esperaba a que Neuvillette le dijera lo que iban a tomar. Entonces, el mayor cayó en algo. Seguramente fuera la primera vez que Furina tomaba alcohol de esa manera, a juzgar por lo mucho que sus padres la controlaban—. Un par de copas, por favor. Vodka para la señorita y Whisky para mí.

Evidentemente, ella no objetó porque no sabía nada sobre alcohol. Posó una de sus manos en el pecho de su prometido para estar un poco más cerca. A su alrededor muchas personas, sobre todo hombres, iban de un lado a otro. No estaba acostumbrada a las multitudes.

—¿Qué números escoges?

Neuvillette la miró, más cerca de lo que probablemente nunca habían estado, y se perdió por un momento en sus ojos. Desde el primer día le habían llamado la atención, sobre todo por su heterocromía. Era preciosa, en todos los sentidos.

—El 13, el 4 y el 7 —respondió tras meditarlo unos segundos—. Dicen que si escoges tres, da más suerte.

—Son números muy bajos, no van a salir —bufó la chica y después soltó una suave risa. No podía negar que se estaba divirtiendo y se encontraba más tranquila.

—Eso ya lo veremos. —Sonrió de lado y se alejó un poco cuando el camarero les trajo las bebidas. Agradeció y dió un trago a la propia antes de dejarla sobre un pequeño hueco en el borde de la mesa, preparado especialmente para ello.

Furina le imitó y al dar un trago el sabor del alcohol le hizo poner una mueca de disgusto. El vino le gustaba, pero aquello le resultaba asqueroso. No quiso parecer aburrida o inexperta, así que no dijo nada. Sin embargo, Neuvillette se había fijado en su reacción y pudo confirmar lo que ya sabía. Prefirió hacer como si nada y optó por comenzar a jugar. Intercambió miradas con el chico que hacía girar la ruleta y repartió varias fichas entre los números que había dicho. Dos al 13, tres al 4 y siete fichas al número 7, por puro placer. La ruleta comenzó a girar y la bola fue lanzada segundos después. Todos estaban expectantes, poco a poco se fué deteniendo hasta que, por fin, se colocó en el recuadro. Número 7. Neuvillette sonrió satisfecho y recogió las fichas que había conservado junto con las que había ganado. Furina se quedó boquiabierta y miró al mayor. ¿Acababa de tener tanta suerte? Su corazón comenzó a latir frenético al recordar lo que le había dicho antes. Carraspeó y dio un nuevo sorbo a su bebida.

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⏰ Última actualización: Nov 17, 2024 ⏰

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Sentenciados a amarnos (Neuvifuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora