III

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A la hora acordada, el chófer le llevó hasta la puerta de la casa de Furina. Neuvillette se bajó del coche y se acomodó la camisa antes de caminar hacia la entrada principal. Tocó el timbre y esperó, aunque volvió a comprobar la hora en su reloj de muñeca.

No pasó mucho tiempo hasta que la chica, vestida con uno de sus elegantes vestidos de color azulado abriera la puerta. Sin embargo, no estaba sola. A su lado un chico rubio con un traje bastante extravagante la acompañaba.

—Buenos días, Neuvillette, este es mi primo Lyney y le he pedido que venga hoy con nosotros.

El mencionado dio un paso al frente y extendió su brazo para darle un apretón de manos al alto. Era mucho más grande de lo que imaginaba.

—Un placer.

—Encantado de conocerte, Lyney —respondió Neuvillette con una sonrisa mientras estrechaba su mano y después miró a Furina—. ¿Nos vamos? Estás preciosa, por cierto.

Lyney no pudo evitar mirar a su prima con una sonrisa pícara mientras esta se sonrojaba ligeramente. Aquello había sido repentino aunque siempre lo hacía. Furina estaba acostumbrada a esos comentarios por parte del mayor, aún así se ponía algo tímida al recibirlos.

—Claro, vamos —murmuró sin responder, solo comenzó a caminar hacia el coche.

—Yo también estoy precioso —bromeó Lyney y entró tras su prima.

Neuvillette sonrió. Le gustaba causar esas reacciones en ella, le demostraban que al menos conseguía provocar sus emociones. Todos subieron al coche y pusieron rumbo al local, donde Wriothesley les estaba esperando.

—He reservado para que nos preparen algo de picar, pero hoy será un día más relajado —comentó el mayor—. Me parece perfecto que hayas invitado a Lyney.

—Estaba harta de estar sola contigo —replicó ella.

Lyney no pudo evitar reír ante las palabras de su prima. Aquello iba a ser entretenido. Neuvillette decidió no hacer ningún comentario y pusieron rumbo directamente al local. Desde fuera ya se notaba que el ambiente era distinto a los sitios a los que normalmente la llevaba. Era lujoso, moderno, y estaba en un lugar cerca del centro de la ciudad. Neuvillette se bajó primero y fue a abrir la puerta para que Furina pudiera salir.

El sitio parecía lujoso. En general todos los lugares a los que Neuvillette llevaba a Furina le gustaban aunque hiciera como de que no. Lyney mostró su asombro con una gran sonrisa y tomó la mano de su prima para dirigirse al interior.

—Bonito sitio —comentó Lyney—. ¿Puedo pedir alcohol?

—Claro, puedes pedir lo que te apetezca —respondió Neuvillette y les dirigió al interior.

Allí, además del servicio, les esperaba una figura alta y corpulenta. Un chico que les dedicó una sonrisa nada más entrar.

—Hola, yo soy Wriothesley —dijo el muchacho y se acercó para saludar a a la chica—. Usted debe de ser la señorita Furina, es un placer conocerla por fin.

—Soy yo, el placer es todo mío —respondió la chica.

Lyney miró en dirección a ese hombre y su mirada pareció brillar por un segundo. Se colocó al lado de Furina y le dedicó una sonrisa.

—Ya no quiero alcohol, ¿los besos de este hombre tan apuesto están en venta?

Wriothesley se sorprendió y miró al recién llegado con curiosidad.

—¿Y usted es...? —cuestionó a la espera de saber su nombre.

—Lyney, el primo de Furina.

La chica soltó una carcajada y se abrazó al brazo de su primo. Había sido buena idea llevarlo a esa incómoda cita.

Sentenciados a amarnos (Neuvifuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora