Babe

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El dojo estaba sumido en un caos silencioso. Nadie sabía exactamente qué decir o hacer después del accidente en el tatami del Sekai Taikai. Los organizadores, con una mezcla de preocupación y firmeza, habían ordenado que todos los participantes volvieran a sus habitaciones hasta que la situación se calmara. Era evidente que los ánimos estaban al límite y cualquier palabra equivocada podría encender una chispa peligrosa.

Tory fue la primera en salir. No esperó a que alguien le dijera algo; no soportaba un segundo más allí. Su pecho ardía, como si cada respiración fuera una punzada de dolor que la desgarraba desde adentro. Sus pasos eran rápidos, casi desesperados, mientras se alejaba del dojo y cruzaba el pasillo hacia su habitación. No miró atrás, no quería ver los rostros de los demás, sus expresiones llenas de preocupación, ira o resignación.

Cuando llegó, cerró la puerta de golpe y dejó que su cuerpo se hundiera contra ella. El silencio en la habitación era ensordecedor, un contraste abrumador con el caos que había dejado atrás. Tory llevó una mano a su pecho, como si pudiera calmar el fuego que sentía dentro, pero no servía de nada. Su respiración era rápida, entrecortada, y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro sin que pudiera detenerlas.

Estaba cansada.

Cansada de perder personas. Había pasado demasiadas veces, y cada pérdida se sentía como una herida que nunca cicatrizaba. Primero había sido su madre, luego sus amistades, su seguridad… y ahora sentía que el ciclo se repetía. Este accidente en el torneo no era diferente. No importaba cuántas veces tratara de endurecerse, el vacío siempre la alcanzaba.

Se dejó caer al suelo, con las piernas dobladas y los brazos abrazándose a sí misma como si pudiera protegerse de todo lo que estaba pasando. ¿Por qué siempre tenía que ser así? pensó con rabia. No importaba cuánto luchara, cuánto se esforzara por mantenerse firme, siempre había algo o alguien que se le escapaba.

Las imágenes del accidente seguían invadiendo su mente, una y otra vez. El sonido del impacto, el grito ahogado, la sangre. Era demasiado. Cerró los ojos con fuerza, pero la oscuridad no traía alivio, solo más recuerdos.

Por un momento, pensó en Robby, en cómo lo había mirado antes de salir del dojo. Había querido decirle algo, cualquier cosa, pero las palabras se le habían atascado en la garganta. Había visto su rostro tenso, su preocupación evidente, pero no podía quedarse. No podía enfrentar a nadie, no en ese momento.

La soledad de la habitación parecía engullirla, pero no buscó consuelo. No quería consuelo. La idea de estar con los demás le provocaba náuseas. Sus vidas seguían adelante, mientras la de ella parecía estancarse en un bucle infinito de pérdidas y dolor.

Apoyó la cabeza contra sus rodillas, dejando que las lágrimas siguieran su curso. No tenía fuerzas para luchar contra ellas. Solo quería desaparecer por un momento, olvidar todo. Pero sabía que eso no era posible. Sabía que tarde o temprano tendría que volver al dojo, enfrentar a los demás, a sus miradas y a sus preguntas. Pero por ahora, en este pequeño espacio de tiempo, podía permitirse romperse un poco más.

Y mientras el fuego en su pecho seguía ardiendo, Tory se prometió una vez más que esta sería la última vez que perdería algo o alguien. Aunque en el fondo, sabía que esa promesa era tan frágil como el resto de ella.

Se sentía como el final.

¿Qué tan lejos podría llegar una rivalidad?

Kwon no merecía eso, ninguno merece eso, son tan solo niños que estaban dispuestos a dedicar su vida al deporte que más amaban.

¿Y si Kwon había tomado ese cuchillo para acabar con Robby?

Tan solo pensarlo le hacía sollozar aún más.

One Shot | KeenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora