Die with a smile | Parte 1

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Recomiendo leer después de ver la segunda parte...

Espero les guste ¡!

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El Sekai Taikai había cambiado de rumbo tras el incidente de Barcelona. La tragedia de la muerte de Kwon, un momento sombrío para todos los involucrados, no solo dejó un vacío emocional entre los competidores, sino que desató un torrente de dudas sobre el futuro del torneo. Muchos se cuestionaban si el evento debía continuar, si era lo correcto seguir adelante con algo tan grande tras un incidente tan grave. Las decisiones se tomaron rápidamente, pero no sin una serie de discusiones. Los organizadores del torneo debatieron durante días, sumidos en la reflexión sobre el destino de la competencia. Finalmente, llegaron a la conclusión de que el mejor homenaje sería mantener viva la tradición, continuar con el legado de los campeones y los dojos que habían participado en ediciones anteriores. La decisión de trasladar el evento a un nuevo escenario no fue fácil, pero era un símbolo de resiliencia y unidad.

La sede elegida fue All Valley, un lugar emblemático que representaba el corazón del karate en Estados Unidos. La comisión de deportes del país se ofreció como sede tras una de las reuniones más intensas, y la propuesta fue aceptada sin titubeos. La ciudad del Valle de San Fernando, conocida por su rica historia en el ámbito de las artes marciales, era el lugar perfecto para albergar este evento. No solo por su legado, sino por la importancia que cobraba en este momento: el lugar donde las rivalidades entre dojos como Cobra Kai y Miyagi-Do habían alcanzado su punto más álgido, dejando huellas imborrables. En ese mismo escenario, los recuerdos de batallas pasadas se entrelazaban con el presente, marcando una nueva etapa en la historia del karate.

Las gradas estaban desbordadas de energía. Los colores de los dojos, el rojo de Cobra Kai y el blanco y verde de Miyagi-Do, se mezclaban entre la multitud. Los aficionados gritaban, vitoreaban, y las cámaras grababan cada rincón del estadio, capturando cada emoción, cada movimiento. El aire estaba cargado de tensión, sabiendo que este era el momento más importante para los equipos. Robby Keene, uno de los grandes pilares de Miyagi-Do, se encontraba en el vestuario, aislado del bullicio exterior. La pequeña sala de espera, típica de los momentos previos a la competencia, parecía ser el único lugar donde podía encontrar algo de calma. Frente a él, un espejo reflejaba su rostro decidido, pero también vulnerable, como un joven que se encontraba en un cruce de caminos crucial.

Se ajustaba lentamente el cinturón negro con movimientos meticulosos. Cada nudo representaba no solo su técnica, sino las horas de trabajo y sacrificio que le habían permitido llegar hasta allí. La calma de sus acciones contrasta con la tormenta de pensamientos que recorría su mente. ¿Qué hago aquí? pensó, aunque sabía perfectamente la respuesta. Esta pelea no era solo un paso hacia la final, no era simplemente otro combate más. Era una lucha personal, un desafío que iba mucho más allá de la competencia. Este torneo significaba para él una oportunidad única de demostrar que podía ser algo más que el chico problemático del pasado.

Robby cerró los ojos, buscando claridad en su respiración. Sentía el peso de las expectativas sobre sus hombros, la presión de un futuro incierto. Sabía que muchos de sus amigos, como Miguel y Sam, tenían opciones más allá del karate. Para ellos, la universidad, la beca deportiva, y el futuro parecían asegurados. Pero para Robby, esta era su única salida. El karate había sido su refugio, y este torneo, su última oportunidad para brillar en algo más allá de lo que su pasado le había dejado. No podía permitirse fallar. No por sus amigos ni por los que esperaban verlo ganar, sino por sí mismo. Necesitaba demostrar que podía lograr algo grande, algo que nadie pudiera quitarle, un logro que fuera solo suyo.

One Shot | KeenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora