Capítulo 7: Culos Armados y Listos para la Guerra

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El coche militar frenó bruscamente frente a una entrada custodiada por soldados. Los chavizos, aún algo atónitos pero no tanto como el agente que los había escoltado, salieron del vehículo, estirándose mientras se agachaban para evitar chocar con el techo.

—¿Y ahora qué, flaco? —preguntó Elian mientras miraba a su alrededor, notando las enormes vallas de seguridad, los tanques estacionados y los soldados armados que patrullaban la zona.

—Ya verás —respondió Matrak, lanzando otro pedo que se escuchó como un trueno en medio del silencio de la base.

—¡La guerra de los pedos va a empezar, chicos! —exclamó con una sonrisa desafiante.

Los soldados los miraron con desdén, claramente acostumbrados a personas menos... desordenadas. Los chavizos fueron escoltados a través de una serie de pasillos subterráneos hasta llegar a un gran salón. Allí, un científico de bata blanca los esperaba junto a un grupo de ingenieros. Sobre una mesa, reposaban una serie de extraños dispositivos que parecían pistolas, pero con un diseño poco común: estaban equipadas con grandes embouts metálicos en la parte trasera, listos para lo que parecía una misión muy... específica.

—Bienvenidos, chicos —dijo el científico, con una mirada seria—. Estas son las Pistolas de Pedos. Han sido diseñadas específicamente para canalizar la energía de los pedos y utilizarla en combate.

Los chavizos miraron los dispositivos con una mezcla de incredulidad y asombro. Era evidente que no estaban preparados para lo que estaban viendo.

—¿Qué onda con esas cosas, hermano? —preguntó Matrak, acercándose a una pistola mientras la observaba detenidamente—. ¿Esto es en serio?

El científico asintió con gravedad.

—Es muy serio. Los pedos humanos tienen un poder latente que puede ser aprovechado para crear una defensa eficaz contra los extraterrestres. Estos dispositivos están diseñados para canalizar esa energía y concentrarla en un disparo de alta intensidad.

—¿¡Disparos de pedos!? —gritó Elian, soltando una risa. Se pasó la mano por el pelo—. ¡No puedo creer que eso sea real!

El científico, sin inmutarse, comenzó a ajustar una de las pistolas y la apuntó hacia un panel blindado.

—Verán por ustedes mismos —dijo, apretando el gatillo.

Un sonido fuerte, como un estruendoso "frrt" acompañado de un chorro de aire, salió disparado de la pistola. La presión fue tal que el panel blindado se dobló, dejando una pequeña abolladura.

—¿Vieron eso? —dijo el científico, con una leve sonrisa de satisfacción—. Ahora imaginen eso dirigido hacia una nave alienígena.

Matrak, con los ojos muy abiertos, dio una palmada en el hombro de Elian.

—¡Bro! ¡Esto es lo que necesitamos! —dijo, riendo—. ¡Nuestros pedos en versión avanzada!

Elian miró la pistola y luego al científico.

—Entonces... ¿¿nos vas a poner a nosotros a disparar esas cosas con nuestros pedos?? —preguntó, con tono burlón.

—Exacto —respondió el científico—. Necesitamos que aprendan a controlar la energía que generan sus cuerpos, porque en la guerra, esa energía inhumana de vuestros pedos será vital.

Sorgon, que había estado callado hasta ese momento, levantó la mano de forma un tanto distraída, como si no estuviera prestando atención al asunto.

—¿Pedos a propósito, eh? —dijo con tono sarcástico, mientras miraba a su alrededor—. Si el gobierno cree que mis pedos tienen algún tipo de poder, están más equivocados que nunca... Pero, bueno, no me quejo. Siempre he sido el centro de atención por mis habilidades especiales.

Erny, que había estado callado hasta ahora, miró con los ojos muy abiertos a las pistolas. Estaba dudando en cómo tomar toda esta locura. Pero, de repente, se le ocurrió algo y, de manera inconsciente, se fue hacia una de las pistolas.

—A mí no me jodan —dijo, tomando la pistola de pedos con mano firme—. No sé cómo va a funcionar esto, pero me la traen floja las naves alienígenas. Si el gobierno dice que lo de mis pedos puede salvar el mundo... ¡pues va a ser mi momento, gente! —gritó con una sonrisa desafiante.

—¡Eso, Erny! ¡El verdadero héroe de los pedos! —rió Matrak, aplaudiendo con fuerza.

Los chavizos estaban completamente inmersos en su mundo, sin mostrar ni un ápice de seriedad. Sin embargo, el científico les explicó pacientemente cómo debía utilizarse el equipo y cómo canalizar la energía de sus pedos en un disparo controlado.

—Ahora, jovenes —dijo el científico, dándoles instrucciones claras—, para que la pistola funcione correctamente, deben colocar el tubo en la zona de emisión, o sea, su... culo.

Los chavizos se miraron entre ellos, sorprendidos.

—¿¡Qué!? —dijo Elian, entre risas—. ¡¿Hay que ponérselo en el culo?! ¡Pero qué tipo de película es esta, hermano!?

—Eso es —confirmó el científico, como si fuera lo más normal del mundo—. El tubo debe estar insertado en el recto para canalizar la energía generada por la flatulencia. Sólo entonces podrá dispararse correctamente.

Sorgon, visiblemente interesado, observó el tubo y luego miró a los demás con una sonrisa pícara.

—A ver, a ver... ¿me tengo que meter esto en el culo? —preguntó, mientras hacía un gesto con las manos—. Esto ya no es ciencia... ¡esto es porno!

Matrak soltó una carcajada.

—¡Claro, Sorgon! Vamos, que todos sabemos que eres experto en esos temas —bromeó, dándole una palmada en la espalda mientras se dirigía al dispositivo.

Erny, por su parte, no podía dejar de reírse.

—¡¿Y por qué no?! —exclamó, como si fuera la cosa más lógica del mundo—. ¡Esto va a ser un pedazo de espectáculo!

Luigi, que no parecía muy convencido de toda la situación, miró el tubo con desconfianza.

—No sé, chicos... esto me parece demasiado raro —murmuró, como si aún estuviera tratando de procesar la situación—. Pero si el gobierno lo dice...

El científico, que ya había perdido toda esperanza de que los chavizos fueran a tomarse algo en serio, les dio instrucciones para ponerse en posición y probar la pistola.

Uno a uno, se fueron colocando el tubo en el recto y comenzaron a intentar disparar. El aire se llenó de risas y sonidos de flatulencias controladas, mientras los chavizos hacían todo lo posible por probar el dispositivo. El resultado, como era de esperarse, fue un caos absoluto.

—¡¿Quién me acaba de romper el culo con eso!? —gritó Elian, echándose hacia atrás cuando un chorro inesperado salió disparado de la pistola.

—¡Lo siento, bro, me estaba concentrando! —respondió Matrak, riendo sin parar—. ¡Pero esto es la polla!

—¡Esto va a ser una bomba, chicos! —exclamó Erny, mientras disparaba una ráfaga con la pistola, causando una leve explosión de aire en el panel cercano.

Sorgon, por su parte, no pudo contener la risa.

—¡Esto va a ser más divertido que un parque de diversiones! ¡Vamos a joder a esos aliens con nuestros culos!

Y así, entre risas, flatulencias y caos total, los chavizos empezaron a aceptar lo que les esperaba. A pesar de que nada de esto les parecía serio, no podían evitar divertirse a medida que comprendían la magnitud de la locura en la que se habían metido. Y aunque todo parecía estar fuera de control, una cosa era clara: estos chicos sabían cómo hacer frente a cualquier situación... especialmente si involucraba un buen pedo.

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