Capítulo 8: El Último Plan.

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El aire helado se contenía en la respiración de todos mientras Nono y Rauw se reunían en el centro del campamento.

 La cueva, iluminada por las débiles llamas de una hoguera, se llenó de murmullos  cuando los cazadores se agruparon, sus miradas cargadas de cansancio y esperanza. La amenaza del Mamut de Cuatro Cuernos aún resonaba en sus recuerdos como un trueno distante, y la próxima confrontación se antojaba definitiva.

Rauw, de pie frente a los cazadores, levantó una mano para pedir silencio. Sus ojos, oscuros y decididos, recorrieron los rostros curtidos por el frío y las batallas. 

—El Mamut de Cuatro Cuernos regresa —anunció Rauw, su voz firme como la roca—. Sabemos que trae consigo la tormenta y las bestias que lo siguen como un ejército implacable. Esta vez, no podemos enfrentarlo en campo abierto.

Hubo un murmullo de asentimiento. Los cazadores sabían que, de no actuar con astucia, las bajas serían incontables. Nono dio un paso adelante.

—Lo llevaremos al desfiladero rocoso —continuó, su voz joven pero firme—. Separaremos al monstruo de su tormenta y de las bestias que le siguen. Ahí, podremos enfrentarlo con una ventaja.

Lio, que había permanecido en silencio, observó a Nono con respeto y una chispa de orgullo. El cazador más grande del grupo asintió con una sonrisa decidida.

—Buen plan —dijo, su voz resonando como un eco en la cueva—. Si logramos separarlo de su poder, podremos acabar con él.

Con la estrategia establecida, los cazadores se dispersaron para preparar las trampas y armas. Las horas pasaron entre el crujir de las ramas y el golpeteo de las puntas contra la piedra. El desfiladero rocoso, un estrecho paso rodeado de paredes altas, sería el escenario de su última y más peligrosa cacería.

Cuando el sol comenzó a ocultarse tras las montañas, el campamento se sumergió en un silencio expectante. Las primeras ráfagas de viento trajeron consigo muchísima más nieve y la promesa de la tormenta. Entonces, el suelo comenzó a temblar.

Al principio, las vibraciones fueron sutiles, pero pronto se convirtieron en un terremoto violento que sacudió el terreno y desprendió rocas de las laderas. Los cazadores, sorprendidos, buscaron refugio. Rauw y Nono se miraron, conscientes de que la naturaleza misma se aliaba con la bestia.

De entre la ventisca y el polvo levantado por el sismo, la figura colosal del Mamut de Cuatro Cuernos apareció, avanzando con pasos que resonaban como un tambor de guerra. A cada paso, las rocas temblaban y la nieve caía en torrentes desde las alturas.

—¡A los flancos! —gritó Rauw, levantando su lanza. Los cazadores se desplegaron, cada uno buscando su posición. Sin embargo, desde arriba comenzaron a caer piedras, y no por efecto del terremoto, eran los animales que también deseaban ingresar.

Los cazadores lo rodearon, pero el Mamut los sometía a retroceder con constantes envestidas, y cada envestida aumentaba la fuerza del sismo. El momento crítico fue cuando Nono salió volando contra las paredes, al no poder esquivar los cuernos. Entonces, Lio observó la cruda realidad: una situación de la que claramente era un suicidio.

—No lo dejaremos pasar. No importa quién caiga. — Dijo.

El mamut giró con furia, Lio esquivó un primer embate, pero no pudo evitar el siguiente. Un brutal impacto contra las rocas fue lo que transmitió el sonido del golpe, la escena había sido tapada por el cuerpo de la bestia.

El animal giro y antes de comenzar su carrera de nuevo, un bramido de dolor salió de su trompa, la que al voltear por instinto volvió a abatir a lio contra las piedras. Lio miro al Mamut fijo a los ojos, y ambos conocieron lo que tenían que saber del otro.

 Y el mamut con una brutal carrera impacto a Lio como un meteorito contra la pared. El estrépito fue seguido por un alud de nieve y piedras que cubrió la escena.

El desfiladero comenzaba a derrumbarse. Un grito colectivo se ahogó en el estruendo, mientras todos retrocedían para salvar sus vidas, corriendo hacia la salida, y por encima de ellos comenzaban a resbalarse las bestias que acompañaban al mamut, directas a las entrañas del suelo.

Cuando el polvo se disipó, el Mamut de Cuatro Cuernos emergió de entre los profundos escombros, ileso y majestuoso, con los ojos llameantes. Un rugido de victoria clamo por los aires.  Alrededor de la bestia se volvían a presentar los animales salvajes que lo acompañaban.

Los cazadores, abatidos y heridos, comprendieron con dolor que habían perdido a su mejor guerrero. La figura de Lio ya no se movía, sepultada bajo las piedras.

Rauw, con el corazón roto y la mirada fija en la bestia, sintió una mezcla de emociones: tenía la muerte frente a él, tenía rabia, miedo, pero también en frente del colosal causante de todos sus males, y no era opción retroceder. La batalla acabaría hoy, antes de la medianoche.

La caída de los Mamuts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora