Sigue a una tribu de cazadores enfrentados a los peligros implacables de la Era del Hielo. Sobreviven contra los animales y la naturaleza hasta la llegada de una poderosa bestia de cuatro cuernos que termina por arrebatarles todo. Los supervivientes...
El sol nacía sobre las vastas llanuras, proyectando su luz dorada sobre un paisaje que había sido testigo de incontables batallas y migraciones. Un viento helado barría la tierra, susurrando los recuerdos de tiempos más antiguos, cuando los mamuts dominaban el mundo con su fuerza imparable. Pero esos días estaban llegando a su fin.
Desde lo alto de una colina, un mamut solitario observaba la escena. Su pelaje grueso, alguna vez brillante y fuerte, ahora estaba manchado de polvo y sangre. Sus colmillos, que habían sido armas temibles y herramientas de supervivencia, se alzaban con una majestuosidad que solo quedaba en el recuerdo, pues incluso eran disparejos. Este mamut, uno de los últimos de su especie, sentía el peso de generaciones pasadas resonar en su cuerpo cansado.
En el horizonte, una sombra inquietante comenzó a formarse. Era una horda de figuras que avanzaban con una determinación que el mamut reconocía: los humanos. Pero ya no eran los humanos temerosos de antaño, que cazaban con lanzas rudimentarias y movimientos calculados. Ahora eran un ejército, un torbellino de pieles, armas y fuego. Atrás de ellos, una nube de polvo y ceniza se alzaba, oscureciendo el cielo y llenando el aire con el olor acre de la destrucción.
El mamut sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Era un miedo distinto al que había sentido en sus años más jóvenes, cuando se enfrentaba a depredadores naturales. Esta amenaza era algo nuevo, algo que llevaba la ferocidad que él había representado en el pasado.
Al grito de un líder, las filas humanas se desplegaron, formando un círculo que cerraba la única vía de escape del mamut.
El mamut levantó su trompa al cielo y lanzó un bramido, un sonido profundo que resonó como un eco de tiempos pasados. En su lamento, cargado de memoria y de despedida, reconocía que el ciclo había cambiado. La amenaza que una vez fue el Mamut de Cuatro Cuernos, rodeado de tormentas y ejércitos animales, ahora se reflejaba en los humanos. Ellos eran la nueva fuerza imparable, la nueva tormenta que arrasaba con todo a su paso.
El viento trajo consigo el olor a fuego y miedo. Las llamas danzaron en los ojos de los cazadores, que se acercaban con pasos calculados, y en el reflejo de esos ojos se vio la verdad: el humano se había convertido en el depredador más temido, en el nuevo dominador del mundo.
Cuando el primer dardo surcó el aire y se clavó en su costado, el mamut no retrocedió. Su mirada se perdió en el horizonte, en los últimos vestigios de una era que desaparecía. Con cada paso que los humanos daban, con cada antorcha que se alzaba, el mamut supo que el mundo había cambiado para siempre. Y así, bajo el cielo despejado, un suelo húmedo y casi seco, la sombra de los nuevos titanes, se selló la caída de los mamuts.
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