Prólogo

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En las vastas y fértiles tierras de Eldoria, se alza un pequeño pueblo conocido como Valle Gris, donde la vida transcurre con la tranquilidad de las estaciones y el duro trabajo de sus habitantes. Entre ellos, Demian, un joven humano sin familia ni lazos que lo aten a este lugar, trabaja la tierra. Su vida ha sido la de un trabajador incansable en las granjas del valle, rodeado de campos pero aislado en el corazón.

-¡Demian! -gritó el señor Maderaviva- ¡Necesito tu ayuda!

El joven humano rápidamente se acercó a su patrón, un pequeño y anciano mediano que dedicaba su vida a la cultivación de frutos rojos, y quien le otorgó trabajo permanente a Demian a cambio de techo, comida y un sueldo bajo. Por todo esto, Demian estaba muy agradecido, pero en su corazón siempre se encontraba vacío al no tener nada a qué aferrarse.

-¿En qué puedo ayudarlo esta vez, señor? La última cosecha se ha retrasado bastante y no queda más trabajo que esperar.

-Tengo una tarea diferente para ti y quizás sea la última que te encomiende -miró seriamente el rostro de Demian-. Llevas desde que eres un niño trabajando para mí, siempre has hecho bien las cosas, pero te he observado y sé que te sientes vacío y que realmente nada te aferra a Valle Gris ni a mis campos.

-Creo que mi destino es este, no tengo razones para quedarme ni irme. Usted sabe que jamás he tenido familiares, no tengo apellido, y que usted es lo más cercano a un amigo que poseo -respondió Demian sin meditarlo mucho-. He intentado siempre ser sincero con mis sentimientos, algo que aprendí de usted, y la verdad es que mi vida es aburrida, sin altos ni bajos. A veces siento la frustración de que siempre será así.

-Yo no te enseñé a hablar de tus sentimientos para que andes lloriqueando, sino para que tengas claros cuáles son tus deseos. Un hombre con deseos claros llega mucho más lejos que alguien sin metas u objetivos. En mi caso, tener este campo es mi sueño, cultivar y vivir de esto. Tener siempre qué comer y un fuego que me acompañe es la máxima satisfacción que puedo pedir. Ya estoy viejo y mis hijos se harán cargo de este campo algún día, además nada podrá asegurar que puedas estar aquí para siempre. Es por eso que te he llamado.

Demian sintió que la conversación era una despedida y un repentino miedo lo invadió, puesto que nunca ha hecho nada más que trabajar para los Maderaviva, pero se mantuvo serio y comenzó a ver el lado positivo. Quizás dejar los campos e irse era la única forma de llenar ese vacío permanente que sentía, dejar la comodidad del techo e irse. Demian sabía que ni siquiera valoraba tanto su vida, lo cual era extraño para cualquiera.

-Necesito que te dirijas a los puertos y lleves este pequeño cofre a la gobernación -continuó el patrón-. Además, te dejo cuarenta monedas de plata con las que podrás comprar comida y dormir por un buen tiempo -su tono se volvió un poco melancólico-. Este es tu último pago. Quédate en los puertos, busca trabajo por allá e intenta conocer a nuevas personas. Los puertos reciben gente de todo el mundo: gnomos, elfos y tabaxis, y podrás escuchar historias que den ganas de vivir y no solo sobrevivir.

-Pero señor, los Puertos Sin Nombres quedan a cinco días a pie de aquí y no sé qué haré para sobrevivir. Lo único que sé hacer es el trabajo que usted me enseñó en el campo.

-Lo tengo más que claro, todo lo que sabes te lo he enseñado yo, pero siempre me ha llamado la atención tu inteligencia. Creo que eres más inteligente que yo, pero considerablemente menos sabio porque no has vivido lo suficiente. Eres una persona capaz de comprender cosas más rápido que muchos, aprendiste a leer antes que mis hijos, tienes un talento innato que deseo que potencies y además, insisto, es tu oportunidad de buscar una forma de llenar el vacío que siempre mencionas.

Demian comprendió que el señor le había fomentado con sus palabras el deseo de aventuras, algo que nunca antes había imaginado, porque nunca se le había presentado. Así fue como la vida de nuestro personaje tomó un giro inesperado, debía comenzar su primer viaje lejos de los campos de Valle Gris hacia los puertos, donde averiguaría qué hacer con su vida. A pesar de tener miedo, sentía que por primera vez algo lo llamaba, una sed de viaje y aventuras que nunca antes había sentido y pronto saciaría, pues no imaginaba que emprendería un viaje a lugares desconocidos y mágicos, llenos de maravillas y peligros inexplorados que, en el fondo, llenarían su corazón.

Demian al amanecer solo se despidió de su señor, tomó el cofre y las monedas, unas raciones de viaje suficientes, una pequeña espada y se vistió con sus ropas comunes, pero sobre ellas llevó una capucha verde que el señor le entregó para protegerlo de la lluvia. El viaje comenzó, miró hacia atrás al subir el primer cerro, observó los campos de frutos rojos, pero notó que no los extrañaría y aceptó que comenzaría un viaje sin retorno. Se afirmó la mochila a la espalda y avanzó durante cinco días y cuatro noches, subiendo y bajando altas colinas, pasando por un bosque de pinos para luego ver a lo lejos los puertos de Valle Gris.

Hace menos de una hora que había amanecido y se encontraba frente a la gobernación, preguntó por la oficina de encargos y entregó el paquete como le habían solicitado. El hombre que lo recibió lo abrió frente a él.

- Ah, un testamento - habló el receptor - veo que el señor Maderaviva está enfermo, prontamente sus hijos recibirán sus tierras.

Demian no dijo nada y comprendió que su patrón había organizado todo y se había preocupado de él en sus últimos días, por lo cual se despidió de la gobernación y emprendió su viaje hacia alguna posada de los puertos.

Cuando iba en la salida del lugar, observó un gran cartel de tela gruesa pintado a mano que decía "Mit'Denia" y lo leyó con calma. El gobernador de Valle Gris, un hombre visionario y desesperado por abrir nuevas rutas comerciales, anunciaba la necesidad de valientes voluntarios. Su misión: zarpar hacia el lejano y mítico continente de Mit'Denia, llevando un valioso cargamento. El gobernador promete oro a aquellos que completen la travesía y entreguen el cargamento en Mit'Denia, con la opción de regresar en otro barco o, si así lo desean, empezar una nueva vida en ese continente desconocido.

Los porteños rumoreaban sobre Mit'Denia, hablando de tierras inexploradas, riquezas incalculables y oportunidades sin fin, un contraste marcado con las historias de terrores marinos y tormentas insondables que custodian el camino.

Con poco que perder y un mundo de posibilidades por ganar, el joven decide tomar el riesgo, sospechando que el viejo patrón tenía claro esta noticia. Se une a un grupo diverso de aventureros, mercenarios y soñadores, cada uno con sus razones para dejar atrás Eldoria. Juntos, se embarcarían en el "Amanecer Errante", un robusto navío que promete llevarlos a través de las aguas traicioneras.

Cuentos de Mit'DeniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora