Línea Fracturada

La Muerte

El dios dejó escapar una risa amarga, pero sus ojos reflejaban algo más que simple diversión. Se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente hacia Keira, reduciendo la distancia entre ellos hasta que apenas un par de pasos los separaban.

- ¿Sigues viendo lo mismo? - repitió en un susurro lleno de ironía. - Entonces quizá seas tú quien no quiere mirar más allá de lo que espera encontrar. He cambiado, Keira. Tú lo sabes. - Ella no retrocedió, en lugar de eso, mantuvo su postura. - ¿Y por qué creerlo? - replicó, su tono bajo pero cargado de emoción. - Siempre hay una segunda intención contigo. No sé si estás protegiéndome porque realmente te importo, o porque tengo un papel en algún plan que aún no entiendo. - Loki se inclinó más cerca, su voz reducida a un susurro que parecía deslizarse directamente al corazón de Keira.- Quizá sea ambas cosas, ¿te has planteado eso? - Ella abrió la boca para responder, pero Loki levantó una mano antes de que pudiera hablar. - No soy perfecto, Kei, ni lo pretendo. Pero esto, tú y yo, eres lo único real que tengo. - Sus ojos se suavizaron, el brillo de su usual arrogancia desvaneciéndose por un momento. - Así que dime... ¿en quién más puedes confiar ahora mismo?

Keira apartó la mirada, cruzando los brazos sobre su pecho mientras procesaba sus palabras. El silencio se alargó entre ellos, roto solo por el leve suspiro de Loki, como si hubiera soltado una carga que llevaba demasiado tiempo encima. Finalmente, ella habló, con un tono más suave.

- Quiero confiar en ti. Pero mi vida ha estado llena de traiciones... y no quiero que tú seas otra. - Loki asintió lentamente, como si entendiera el peso de sus palabras. Luego, con un movimiento deliberado, tomó las manos de Keira entre las suyas, inclinándose lo suficiente para que sus frentes casi se tocaran.- Entonces deja que te lo demuestre. - ambos se acercaron, ella no pensó y le agarró del cuello, él hizo lo mismo y volvieron a besarse, pero no se dieron cuenta. 

El cuervo negro de ojos morados volvió a aparecer en la ventana viendo la escena, hizo un pequeño ruido y se marchó, llegando a los ojos de Agatha lo que había visto. Había peleado con Wanda, pero llegaron a cansarse y ella huyó, no sin antes hablar diplomáticamente y entender que Wanda lo había malentendido todo.

Mientras el cuervo volaba entre las nubes y las ramas desnudas del bosque, su visión se conectaba con la de Agatha. La bruja observaba todo como si estuviera allí, sus ojos cerrados mientras mantenía la conexión. 

En medio del enfrentamiento con Wanda, había percibido algo extraño: no la ira habitual de la Bruja Escarlata, sino un eco de confusión y dolor. Algo más grande estaba detrás de todo, y ahora tenía la confirmación.

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Agatha se encontraba en su humilde cabaña, rodeada por una barrera mágica casi invisible, cuando sintió una presencia. Era una energía conocida, una que había pasado siglos intentando evitar, La Muerte. Una figura envuelta en sombras se materializó lentamente frente a ella, un rostro femenino que parecía hermoso y aterrador al mismo tiempo.

- ¿Pensaste que podías esconderte de mí para siempre, Agatha? - dijo La Muerte, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. - Después de todo, tú y yo tenemos asuntos pendientes. - Agatha se giró despacio, con una taza de té en la mano. Su mirada era fría, pero el leve apretón en sus dedos traicionaba su nerviosismo.

- Creí que habíamos dejado todo eso atrás. - respondió, manteniendo la calma. - Tú ganaste, ¿recuerdas? Yo renuncié a todo.

- Gané, sí. - dijo La Muerte, acercándose un paso. - Pero entonces decidiste robarme algo que era mío. - Sus ojos brillaron con un tono espectral. - A tus pequeños truquitos les queda grande desafiar el orden natural. Traer a alguien de vuelta... eso tiene un precio.