Keegan; XXXIX.

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Mi cabeza y yo estábamos dando vueltas en el porche de tu casa.

Una patrulla te escoltó hasta esta.

Y yo estaba allí.

Los oficiales se fueron dejándote en la entrada.

Y yo estaba allí.

Tu ondulado cabello caía en delicadas capas de negro profundo sobre tus pequeños hombros algo encogidos, tal vez por el frío o por la sorpresa de verme, estabas más pálida de lo usual aunque un leve color melocotón deslumbraba tus pómulos, tus labios morados hacían juego con tu blusa holgada y tus ojos azules brillaban más que cualquier constelación.

Te notaba cansada, exhausta, y seguro lo único que pasaba por tu cabeza era una buena siesta, aún así seguías sonriendo ante mí.

También parecías sorprendida, yo no lo estaba.

Es que en ese momento el amor estaba ocupando todo el espacio de mi ser.

-Te he estado esperando.

Recuerdo haber dicho.

Sonreísteis, y creo que casi me desmayo. Me invitasteis a pasar a tomar un café.

Y creo que ese fue el día más feliz de mi vida.

quiero el primero al que llames cuando no estés ebriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora