Eita Otoya es un completo mujeriego pero un día su "amiguito" ya no se para en el momento íntimo con una de sus conquistas.
¿Que pasara cuando le pida ayuda con su problema a su mejor amigo Karasu Tabito?.
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•Pareja principal:
Karasu [Top...
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Otoya se siente atrapado mientras que un escalofrío recorre su cuerpo, dejando una calidez sobre su piel que se esparce con cada segundo que pasa. La mirada de Karasu se ha vuelto indescifrable; sus ojos brillan mientras que puede ver a la perfección cómo su lengua se mueve inquieta dentro de su boca.
Por otro lado, Karasu observa con devoción y en silencio a su amigo. La expresión del peliblanco es todo un poema; sus ojos verdes miran hacia arriba, su boca se encuentra entreabierta, incluso pareciera que lo llamara. Puede notar a la perfección los pequeños espasmos que su cuerpo da y cómo sus manos se mueven inquietas sobre el colchón. El azabache siente con claridad cómo su v3rga se pone dura debajo de la toalla que usa, y no puede evitar imaginarse al otro en una situación nada "digna". Quiere lanzarse a él y devorarlo por completo, pero de repente a su mente llegan esas palabras: “amo a las mujeres”, y una vez más su corazón se estruja. Suspira, sabe que si hace un mal movimiento en ese momento podría arruinarlo todo.
—¡Gané, idiota!.—es lo primero que se le ocurre decir; nota cómo la expresión ajena cambia y, de cierta manera, se tranquiliza.
—Eres bueno peleando, cuervo.—halaga, intentando disimular el carrusel de sensaciones que se ha formado en su interior.
Sin decir más, el mayor se separa con cuidado y se baja de la cama. Otoya se reincorpora sobre el colchón y se sienta con las piernas cruzadas, intentando ocultar “el problema” que se ha formado bajo su cremallera.
—Voy por algo de beber.—dice; lo único que quiere es escapar. Otoya asiente.
—Claro.—su voz suena normal, pero el esfuerzo que hace para no tartamudear es inmenso.
De manera rápida, Karasu toma su pijama y sale de la habitación. El menor solo lo ve alejarse, y una vez que está solo, baja la mirada. Su p0lla sigue erecta e incluso duele un poco. Miles de preguntas inundan a Otoya al recordar la situación que lo puso así: su mejor amigo sobre él, con solo una toalla cubriendo su cuerpo, aprisionándolo con sus musculosos brazos y observándolo con aquella mirada que fácilmente podría ser descrita como depredadora.
El peliblanco lleva sus manos a su cabello y lo sujeta. Su cabeza se encuentra demasiado confundida y además la excitación allá abajo no le ayuda a pensar. ¿Cómo fue que se excitó con Karasu estando sobre él? Quiere encontrar una respuesta, pero no lo logra. Solo hace unas horas estuvo con una chica y su amiguito le falló, pero ahora había despertado gracias a un chico y no cualquiera: su mejor amigo.
La situación de Karasu no es distinta a la del albino. El mayor está en la cocina bebiendo un vaso de agua con afán. Una vez terminado el líquido, deja el recipiente en el lavaplatos y posa sus dos brazos sobre la isla de la cocina. En su mente permanece la imagen de Otoya debajo suyo; aquello no le ayuda al problema que tiene entre sus piernas. No podía creer cómo el deseo casi se desborda hace unos minutos y lo hace contener una estupidez.
El azabache siente arrepentimiento. ¿Qué hubiera pasado si en ese momento besaba a Otoya? Ahora tenía algo más en qué sobrepensar y, no solo eso, de seguro la linda imagen del albino no saldría de su mente nunca.