Andy siente que todo le sale mal: acaba de ser rechazado por la chica que le gusta y necesita ayuda urgente para aprobar sus exámenes o tendrá que recursar en las vacaciones de invierno. Para colmo, su madre le consigue el peor tutor de todos: Edwar...
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—... y esperó ochocientos años por él, ¿puedes creerlo?
Karla suelta un suspiro profundo, embelesada por la historia que me está contando. Asiento con euforia mientras apunto de manera torpe y apresurada lo que acaba de decir para no perder ningún detalle. Mi cabeza no retiene tanta información, mucho menos cuando la persona que me la está proporcionando está rapeando más que hablando, pero creo que he alcanzado a oír lo más esencial.
En mi libreta he anotado los siguientes puntos claves:
· Hacer que las personas que humillaron a la persona que me gusta paguen por lo que le hicieron.
· Crearle templos y estatuas.
· Encender 3000 linternas(?).
No tiene mucho sentido, e incluso con el contexto tampoco lo tiene. Mi propósito de esta nueva semana es ayudar a Edward con su "conquista" (eww) que en realidad será un "te daré los peores consejos existentes en la vida". No haré que conquiste a Jean, eso es más que obvio, sin embargo, ya me ofrecí a hacerlo (gracias, Andy estúpido e impulsivo que no supo usar las neuronas y sugirió una estúpida propuesta) así que si lo ayudaré, lo haré mal, así Ed no podrá conquistarlo, sino todo lo contrario. Soy muy inteligente la verdad, no hacen falta sus halagos.
Pero para saber qué tipo de consejos no debo darle, primero debo saber cómo se supone que se enamora a alguien. Soy tan estúpido que soy capaz de darle consejos de amor que sé que no enamorarían a alguien, pero que al final sí funcionan. A mí nunca me han funcionado mis propios consejos, pero con la mala suerte que me cargo uno nunca sabe. Mi escasa experiencia amorosa no me sirve de mucho, y mi última experiencia de conquista terminó con un "lo siento, tengo novia", así que realmente soy inexperto en tanto al amor, por eso acudí a Karla, quien también es igual de inexperta, pero al menos lee muchos libros de romance, eso es una gran ayuda.
O eso creía, porque, en cuanto le pregunté sobre cómo los intereses amorosos de las novelas que lee enamoran a los protagonistas, comenzó a platicarme sobre una novela de fantasía en la que dudo que pueda aplicar a la inversa sus consejos, ¿cómo se supone que aplicaré a la inversa el "espera ochocientos años por la persona que te gusta"? Un ¿"ignóralo ochocientos años"? Dudo que Edward llegue siquiera a los cien, sé que dije que era la reencarnación de Jesucristo, pero no creo que sea inmortal. Aun así, he apuntado todo lo que logré oír, ¿me servirá? Lo dudo, pero nunca digas nunca.
—¿No has leído un libro de romance un poco más... Uhm... real?
Mi pregunta provoca que ella abra la boca con completa indignación y me encojo en mi sitio, arrepintiéndome al instante de haber hablado.
—¿De qué hablas? ¡El amor de esos dos es más real que cualquier cosa viva en este mundo! —Alza las manos, como si quisiera demostrar el tamaño del gran romance del que habla, y luego, me echa una mirada llena de recelo mientras acerca su rostro peligrosamente al mío. Me voy hacia atrás por inercia—. ¿O qué estás sugiriendo? ¿Que mi perspectiva del amor no es normal?
