9 | Capitulo Nueve: Cena

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Franco POV

La despedida no fue como la había imaginado. Tal vez porque, en realidad, no quería despedirme de ella. No todavía. Me recargué en la puerta de mi habitación del hotel, viendo a Ava guardar sus cosas apresuradamente en la maleta. Su vuelo al Reino Unido salía en unas pocas horas, y ella apenas tenía tiempo para llegar.

—¿Tenés todo? —pregunté, tratando de no sonar tan afectado.

Ava asintió con una sonrisa algo cansada, colocando una sudadera sobre el montón de ropa en su maleta.

—Sí, creo que sí. Aunque siempre termino olvidando algo —dijo, dejando escapar una risa nerviosa.

Me acerqué y la ayudé a cerrar el cierre de la maleta, mis dedos rozando los suyos por accidente. Sentí esa chispa otra vez, esa sensación que solo aparecía cuando estaba cerca de ella.

—Bueno, si olvidás algo, no te preocupes. Me asegurás que me llamás y te lo mando —dije, intentando bromear, aunque la tristeza se filtraba en mi voz.

Ava me miró a los ojos y pude ver algo similar en su expresión. No estaba lista para despedirse tampoco.

—Gracias, Franco —respondió en voz baja—. De verdad, gracias por estos días. Los necesitaba más de lo que imaginás.

Asentí, tomando su mano un momento, sin saber qué más decir. Había tanto que quería expresar, pero sabía que no era el momento. No cuando los dos teníamos caminos distintos por recorrer.

—¿Estás segura de que querés ir al Reino Unido? —solté, casi sin pensarlo. Mis palabras sonaron más desesperadas de lo que quería.

Ella sonrió, pero era una sonrisa triste, como si estuviera tratando de convencerse de algo.

—Sí, es una cena familiar. Oliver va a estar ahí, y no quiero causar más problemas. Mis padres han insistido en que vaya. Además, no los he visto en semanas.

Claro, Oliver. Había olvidado por un momento que él también estaría ahí. Y aunque Ava no lo decía, sabía que había cierta tensión entre ellos últimamente. No tenía idea de por qué, pero podía sentirlo cada vez que ella hablaba de él.

—Entiendo. Igual, me hubiese gustado que te vinieras conmigo a Brasil —admití, soltando su mano con suavidad.

Ella suspiró y se acercó para abrazarme. Era un abrazo que dolía, porque sabía que sería el último en un tiempo. La envolví en mis brazos, sintiendo su calidez, deseando que no tuviera que irse.

—Yo también, Franco. Pero es algo que tengo que hacer —dijo contra mi pecho, con un suspiro profundo.

Nos separamos con dificultad, y ella tomó su maleta, lista para irse. Justo antes de salir, se giró y me lanzó una mirada cómplice.

—Ah, y antes de que me olvide... No te pongas celoso si subo una foto con Oliver. No quiero que pienses mal.

Solté una carcajada, tratando de aligerar el ambiente.

—Bueno, siempre puedo subir yo una con mi auto de carrera para hacer competencia.

—Ridículo —murmuró ella, riendo mientras se daba la vuelta para salir.

El aeropuerto estaba repleto de gente cuando dejé a Ava. Apenas tuvimos unos minutos para despedirnos antes de que ella tuviera que atravesar la seguridad. Nos quedamos ahí, mirándonos, sin decir nada por un momento.

—Suerte en Brasil, Franco. Te va a ir increíble —me dijo, colocando una mano en mi mejilla.

—Y suerte en la cena con tu familia. No dejes que Oliver te moleste mucho —bromeé, intentando ocultar lo mucho que iba a extrañar estos momentos.

Ella se rió, pero en sus ojos había una tristeza que no podía ocultar.

—Lo intentaré.

Le di un último beso en la frente, y ella se giró para desaparecer entre la multitud del aeropuerto. Me quedé ahí, viéndola hasta que se perdió de vista. Sentí como si algo dentro de mí se quebrara un poco al verla irse, pero sabía que era necesario. Ambos teníamos responsabilidades, cosas que atender.

En mi vuelo hacia Brasil, no pude dejar de pensar en ella. Me puse los auriculares y me hundí en mi asiento, tratando de concentrarme en las estrategias para la carrera que se aproximaba, pero mi mente seguía regresando a Ava. A su risa, a cómo entrelazó sus dedos con los míos la noche anterior, a cómo se apoyó contra mí, confiando en que todo estaría bien.

Llegué a Brasil unas horas después, y el ambiente del paddock ya estaba cargado de adrenalina y expectativas. La siguiente carrera sería decisiva, y aunque había sido llamado para reemplazar al piloto titular, sentía la presión de dar lo mejor de mí.

Me dirigí al hotel, buscando algo de paz antes de que comenzara todo el caos de la semana de carrera. Al llegar a mi habitación, saqué mi teléfono y abrí Instagram para distraerme un rato. Vi que Ava había subido una nueva historia: estaba en una foto junto a Oliver, ambos sonriendo en lo que parecía ser la sala de estar de sus padres.

No pude evitar sentir un pequeño pinchazo de celos, aunque sabía que era ridículo. Oliver era su hermano, y su familia era lo más importante para ella. Pero aún así, verlos tan cercanos me recordó la distancia que había entre nosotros ahora, física y emocional.

Justo cuando iba a cerrar la aplicación, mi teléfono vibró con una notificación. Era un mensaje de Ava:

"Espero que no te pongas celoso. Sé que mi hermano tiene mejores dientes que vos ;)"

Solté una carcajada. Ella siempre sabía cómo hacerme sonreír, incluso cuando no estaba a mi lado.

"Me ofende que pienses eso. Mis dientes son perfectos", respondí, agregando un emoji de risa.

Por un momento, me olvidé de todo. De la presión, de la carrera, de la distancia. Me sentí más cerca de ella de lo que había estado en mucho tiempo.






Al día siguiente, estaba en la sesión de prácticas en el circuito de Interlagos. El rugido de los motores llenaba el aire, y la tensión se sentía palpable. Me concentré en mi ritmo, en encontrar las líneas perfectas, en mejorar mis tiempos. Pero cuando terminó la sesión, lo primero que hice fue revisar mi teléfono.

Tenía un nuevo mensaje de Ava:

"Buena suerte mañana. Espero que ganes o al menos no te choques, así puedo seguir diciendo que tengo el mejor gusto".

Sonreí ante su comentario, sabiendo que solo ella tenía el poder de hacerme sentir así. Respondí rápidamente:

"Hago mi mejor esfuerzo solo para impresionarte. Espero que disfrutes tu cena familiar y no te pelees mucho con Oliver".

Me puse el casco, listo para volver a salir a la pista, pero no pude evitar pensar que, aunque estábamos en lugares diferentes, compartíamos algo que nadie más entendía. Algo que solo existía entre nosotros, y que, por ahora, era suficiente.
















 Algo que solo existía entre nosotros, y que, por ahora, era suficiente

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BED  ─ Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora