el comienzo de una amistad

42 6 0
                                    


En un día caluroso, bajo el yugo de un Imperio Español implacable, Gran Colombia decidió que ya había tenido suficiente. Los gritos de los soldados y las órdenes constantes le pesaban más que nunca. Tomando la mano de su amigo Imperio Mexicano, corrió hacia el bosque cercano, su refugio secreto.

—¡Corre, Mex! ¡Si nos encuentran, nos van a castigar! —le dijo Gran, con una sonrisa rebelde en el rostro.

—¡Ya voy, Gran! Pero si nos atrapan, voy a decir que fue tu idea —respondió Mex, riendo mientras ambos desaparecían entre los árboles.

El bosque era un lugar mágico, lleno de sombras que bailaban con la luz del sol. Allí, lejos de las miradas de los soldados, podían ser ellos mismos. Gran siempre inventaba juegos. Tomaba ramas, las alzaba como si fueran espadas y soñaba con el día en que pudiera luchar de verdad por su libertad.

Mientras jugaban, un ruido entre los arbustos los sobresaltó. Gran alzó su "espada" improvisada, listo para enfrentarse a cualquier cosa. Sin embargo, no era un soldado ni un animal salvaje. Era otro niño.

Imperio salió lentamente de entre los arbustos, con un libro abrazado contra el pecho. Su cabello oscuro estaba desordenado, y sus ojos, de un verde tímido, se movían entre Gran y Mex, como si no estuviera seguro de si debía quedarse o huir.

—¿Quién eres? —preguntó Gran, con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—Soy... Imperio —respondió el niño, en un tono tan bajo que casi no se escuchó.

—¿Y qué haces aquí? —preguntó Mex, con las manos en la cintura.

—Me gusta leer aquí. Mi padre... no le gusta que lo haga. —Imperio bajó la mirada, su voz temblando ligeramente.

Gran notó algo en su tono, algo que reconocía porque él mismo lo había sentido muchas veces: miedo. Decidió cambiar su postura, bajando la rama que sostenía.

—Bueno, Imperio, este es nuestro lugar secreto. Pero puedes quedarte, si quieres. Aunque... aquí no se lee. Aquí jugamos.

—¿Jugar? —Imperio levantó la mirada, confundido.

—Sí, mira. —Gran le lanzó una rama. Imperio la atrapó, sorprendido.

—Esto es una espada. ¡Tienes que defenderte del enemigo! —Gran empezó a moverse como si estuviera en una batalla, atacando al aire. Mex lo siguió, riendo.

Imperio observó por un momento, incómodo. Pero algo en la energía de Gran lo atrapó. Finalmente, levantó la rama y, con torpeza, intentó imitar los movimientos.

Gran se detuvo y lo miró con una sonrisa.

—Nada mal para ser tu primer día, Imperio. Tal vez haya algo de guerrero en ti.

Imperio sonrió por primera vez en mucho tiempo. Aunque no lo sabía aún, ese día marcaría el inicio de algo más grande que juegos en el bosque: una amistad que cambiaría sus vidas para siempre.

UN AMOR EN LIBERTAD [GRAN COLOMBIA X IMPERIO BRASILEÑO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora