Apoyándose en la adversidad

46 7 2
                                    

Las tardes en el bosque se volvieron habituales para los tres. Gran y Mex siempre estaban buscando nuevas formas de escapar, mientras que Imperio empezaba a sentirse cada vez más cómodo en su compañía. Sin embargo, entre risas y juegos, también compartían algo más profundo: un anhelo por libertad.

Una tarde, mientras Mex trepaba a un árbol para intentar alcanzar unas frutas silvestres, Gran e Imperio se quedaron sentados al pie del tronco. El sol filtraba su luz a través de las hojas, creando un mosaico de sombras que bailaban en sus rostros.

—¿Alguna vez has pensado en cómo sería ser libre? —preguntó Gran, rompiendo el silencio.

Imperio lo miró de reojo, su rostro tranquilo pero con una pizca de melancolía.

—A veces. Pero... no creo que sea posible. Mi padre siempre dice que nacimos para obedecer.

Gran apretó los puños, sintiendo una ola de rabia mezclada con tristeza.

—Eso no es cierto. Nadie debería decidir eso por nosotros. Yo... yo sueño con un día en el que podamos hacer lo que queramos, sin que nadie nos diga qué hacer.

Imperio lo observó, impresionado por la determinación en la voz de Gran.

—¿Y cómo crees que lo lograrías? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

Gran tomó una rama del suelo y comenzó a dibujar líneas en la tierra, formando algo que parecía un mapa.

—Primero, necesitamos aliados. No podemos hacerlo solos. Pero si nos unimos con otros que también quieren ser libres, podríamos... no sé, luchar juntos.

Imperio dejó escapar una pequeña risa, no burlona, sino casi incrédula.

—Hablas como si fueras un líder.

Gran levantó la vista y le sonrió.

—¿Y tú qué serías?

Imperio parpadeó, confundido.

—¿Yo?

—Sí, tú. Necesito a alguien inteligente que me ayude a planear todo esto. Y tú siempre traes esos libros. Seguro que sabes cosas que yo no.

Imperio bajó la mirada, su corazón latiendo más rápido. Era la primera vez que alguien veía algo valioso en él, algo más allá de ser un hijo obediente.

—Tal vez... tal vez podría ayudarte —dijo en voz baja, casi como si temiera que alguien lo escuchara.

Gran se acercó un poco más, poniendo una mano en el hombro de Imperio.

—Claro que puedes. Eres más fuerte de lo que crees, Imperio.

Sus miradas se encontraron, y aunque eran solo niños, había una ternura especial en ese momento. No eran palabras vacías; ambos sabían que algo real estaba creciendo entre ellos, algo que iba más allá de la amistad.

En ese instante, Mex interrumpió el momento al caer torpemente del árbol con un grito dramático.

—¡Gran! ¡Imperio! ¡Atrapen las frutas antes de que rueden! —exclamó, riendo mientras intentaba levantarse.

Ambos soltaron una carcajada y corrieron a recoger las frutas. Pero aunque la risa llenó el aire, Gran e Imperio sabían que algo importante había ocurrido. Compartir sus sueños los había acercado, creando una conexión que ninguno de los dos podía ignorar.

Esa tarde, mientras volvían a sus hogares, Imperio se sorprendió a sí mismo soñando con un futuro diferente. Y Gran, mirando las estrellas desde su ventana, no pudo evitar sonreír, sabiendo que, al menos, no estaba solo en su lucha.

UN AMOR EN LIBERTAD [GRAN COLOMBIA X IMPERIO BRASILEÑO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora