Cap 2💿

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                                                      Dos mundos, un mismo ritmo

Lauren despertó al sonido de una melodía familiar que salía de las bocinas de la cocina. Era uno de los clásicos de su papá, una de esas canciones que había crecido escuchando como si fuera parte de su ADN. Bajó las escaleras en su casa de Guaynabo, una residencia amplia con detalles modernos, pero que mantenía la esencia humilde que Ñengo Flow siempre había querido preservar.

"Buenos días, mija," dijo Ñengo, sirviendo café mientras repasaba unas notas en su teléfono.

"Buenos días, pa," respondió Lauren, dejando un beso rápido en su mejilla antes de servirse un vaso de agua.

"Te vi anoche en las historias de la competencia," comentó él, alzando la mirada para observarla con un toque de preocupación. "Lo hiciste bien, pero tú sabes cómo son esas calles."

Lauren rodó los ojos ligeramente, aunque entendía de dónde venía su papá. Desde pequeña, él había sido protector, intentando alejarla de todo lo que él había vivido en sus años más duros. Pero Lauren no quería vivir en una burbuja, y menos si eso significaba alejarse de la música que amaba.

"Pa, no te preocupes. Yo sé manejarme."

Ñengo la miró en silencio por un momento antes de asentir. "Está bien. Solo recuerda que no todos ahí quieren verte brillar. Y si necesitas ayuda, estoy aquí."

Lauren asintió, pero dentro de ella sabía que su camino no podía depender siempre de su padre. Necesitaba ganarse su lugar, y eso significaba enfrentarse a los desafíos por su cuenta.

En las calles de Santurce

Anubis caminaba por las aceras desgastadas del barrio, su gorra inclinada para cubrirse del sol abrasador. Llevaba una mochila colgada al hombro con una libreta y una USB llena de instrumentales. Su destino: el estudio improvisado que compartía con Hades 66 en una esquina de la barriada.

"¡Anubis!" gritó un niño desde la acera, corriendo hacia él con una sonrisa amplia. "¡Mi hermano dice que tú vas a ser el próximo Ñengo!"

Anubis sonrió, inclinándose un poco para chocar las manos con el pequeño. "¿Sí? Pues dile a tu hermano que me pase sus beats, a ver si tiene talento."

El niño rió antes de correr de vuelta a su casa. Anubis continuó caminando, pero las palabras del niño resonaron en su mente. Ser "el próximo Ñengo" era un peso pesado, pero también un sueño que lo mantenía enfocado. Desde que había dejado la escuela para dedicarse a la música, había prometido que no volvería a la vida de maleante que lo había rodeado toda su infancia.

Al llegar al estudio, un cuarto pequeño con paredes cubiertas de cartones de huevo y una computadora vieja en una mesa coja, Anubis encontró a Hades 66 ajustando unos niveles en la consola. Hades, su mejor amigo desde la infancia, era un productor con un oído impecable para los beats, aunque su temperamento explosivo le había traído problemas más de una vez.

"Dime, bro, ¿cómo te fue anoche?" preguntó Hades sin mirar hacia arriba, concentrado en su pantalla.

Anubis se dejó caer en un sofá desvencijado, dejando la mochila a un lado. "Empate."

Hades levantó la vista con una ceja alzada. "¿Empate? ¿Quién te tuvo a ese nivel?"

"La hija de Ñengo Flow," respondió Anubis con una sonrisa casi imperceptible.

Hades soltó una carcajada. "¿En serio? ¿La princesita del trap? ¿Qué te hizo, te escribió un poema?"

"Bro, no es lo que piensas," respondió Anubis, ahora más serio. "La chamaquita tiene talento de verdad. No estaba ahí por el nombre de su viejo; se paró firme, y su lírica tiene peso. Me dejó pensando."

Hades lo miró fijamente, dejando caer el lápiz que sostenía entre los dedos. "¿Te dejó pensando? Tú nunca piensas en nadie después de una batalla."

"Pues esta vez sí," admitió Anubis, sin molestarse en negar nada. "Hay algo en ella. Es como si estuviera buscando algo más grande, igual que yo."

"Bueno, no te enganches," advirtió Hades mientras volvía a su trabajo. "Ella vive en otro mundo, Anubis. Tú sabes cómo son las cosas. Nosotros tenemos que luchar por cada segundo que nos dan, y ella ya tiene todo servido."

"Eso crees tú," murmuró Anubis, más para sí mismo que para Hades.

De vuelta en Guaynabo

Lauren estaba en su cuarto, rodeada de cuadernos llenos de letras y bocetos de canciones. La música sonaba de fondo, pero su atención estaba fija en la pantalla de su teléfono, revisando los videos de la batalla de la noche anterior. Cada vez que veía a Anubis en la tarima, sentía un nudo en el estómago. No era solo su talento lo que la había impresionado, sino la autenticidad que desprendía.

"Él no está actuando," pensó en voz alta. Había conocido a demasiados que intentaban aparentar más de lo que eran, pero Anubis era diferente. Había algo en su presencia, en la forma en que rapeara como si estuviera contando su vida, que la intrigaba profundamente.

El sonido de un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Ñengo, asomándose con una sonrisa.

"¿Qué haces, mija? ¿Escribiendo?"

"Sí, pa," respondió, cerrando su teléfono rápidamente.

Ñengo se apoyó en el marco de la puerta, mirándola con curiosidad. "Sabes que estoy orgulloso de ti, ¿verdad? Pero quiero que siempre recuerdes que esto no es fácil. No todo el mundo te va a querer ver triunfar."

Lauren asintió, aunque su mente seguía con Anubis. Su papá tenía razón; había aprendido que en este mundo todos llevaban máscaras, pero quizás Anubis era una excepción.

"Lo sé, pa. Pero quiero hacer esto por mí, no por el apellido."

Ñengo sonrió y asintió. "Eso es lo que me gusta de ti. No te olvides de eso."

Cuando se fue, Lauren volvió a su cuaderno. Había una idea rondando en su mente desde la noche anterior, y no podía ignorarla más. Anubis había encendido algo en ella, una chispa que no entendía del todo, pero que la impulsaba a escribir.

"Esa química," pensó mientras escribía. "No sé si es rivalidad, admiración o algo más... pero tengo que explorarlo."

Una llamada inesperada

Esa noche, mientras Anubis y Hades trabajaban en una nueva canción, el teléfono de Anubis vibró. Al ver el nombre en la pantalla, frunció el ceño.

"¿Lauren?" murmuró antes de responder.

"Dime, Loba," dijo con un tono ligero, aunque la sorpresa era evidente en su voz.

"Quiero hablar contigo," respondió Lauren al otro lado de la línea, su voz firme, pero con un dejo de nerviosismo. "No por la batalla, sino por la música."

Anubis levantó una ceja, intrigado. "¿Qué tienes en mente?"

"Ven al estudio de mi papá mañana," dijo ella. "Quiero mostrarte algo."

La línea se cortó antes de que él pudiera responder. Anubis miró a Hades, quien levantó las manos como diciendo: ¿Y ahora qué?

"Esto va a ser interesante," murmuró Anubis, sintiendo que aquella llamada era el inicio de algo más grande de lo que podía imaginar.

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