III.-Shadow of the Moon.

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Han pasado dos días, desde que Marcus le cortó la lengua a su soldado, no he salido de la tienda y me siento ahogada

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Han pasado dos días, desde que Marcus le cortó la lengua a su soldado, no he salido de la tienda y me siento ahogada. Me ahoga el aire dentro de estas mantas, me ahoga su respiración, el olor a miedo que percibo, que se cuela por el ínfimo viento que se cuela hasta mi nariz. Pero no alcanzo a pensar mucho en eso, porque él entra y sale, encontrándome siempre sobre ese lecho improvisado, cubierta con mi capuchón de piel de liebre.

--¿Te aburres?-preguntó esa noche, cuando entró con comida y más vino.

--No salgo a tomar aire hace dos días y sus noches.-respondí incorporándome.-además, ¿Cuándo llegarán tus barcos?

--En siete días más.

--Tengo que ir al bosque, buscar medicinas, plantas...no volveré aquí nunca más.

Al decir estas últimas palabras, sus ojos se nublaron un poco, me tocó el hombro, haciendo que me sentara en un banco de madera, se hincó frente a mí.

--Podría acompañarte, en las noches, pero no puedes ir sola.

--Me puedes llevar amarrada de una muñeca, para que tus hombres no piensen que te has dejado dominar por una bárbara.

--Sería lo ideal...también, tengo que demostrar respeto, por eso, dejo la tienda un poco abierta cuando estamos juntos.

--Lo sé...y sé que soy afortunada de seguir con vida y contar con tu piedad.

--Si puedes ayudarme a que me asciendan después de esta campaña importante para el imperio y la gloria de Roma, puedo hacer más por ti.-respondió poniéndose de pie.-ven, come algo.

--No tengo hambre, Marcus.

Pero él cortó nuevamente la carne en trozos delgados, sirvió vino y lo puso a mi disposición, diciendo.

--Come y te acompañaré a dar un paseo al atardecer.

Obedecí, comí entre suspiros de hastío, él me observaba sin saber que decir, porque la situación entre nosotros se estaba tornando incómoda, yo la verdad no quería estar ahí con él, a pesar de que es amable, galante, guapo, fornido, comencé a tomarle el peso a la inminente partida hacia una tierra lejana, a que en ese lugar me considerarían de otra condición social, una extranjera, la esclava de Acacius. ¿Por qué hay seres humanos de más valor que otro? ¿Por qué uno de sus hombres se atrevió a llamarme zorra? ¿Sólo porque me acosté con él? 

En mi tierra, las mujeres somos libres, podemos hacer lo que nos plazca con nuestros cuerpos, andamos ligeras de vestimenta, amamos y luchamos junto a los hombres. Pero parece que en Roma las cosas son diferentes. Luego de comer, me pidió más vino, se tendió entre las mantas, atisbando bajo mi túnica, buscando tocarme la piel con sus manos grandes. Me amasó los senos, soltó su cinto y levantó el faldón que cubría su erección, yo no quería ya ni mirarlo, así que dejé que me acomodara como quisiese y miré la tela roja de la tienda.

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⏰ Última actualización: Nov 22 ⏰

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Ars Amandi/Marcus Acacius (Gladiator Il) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora