Knight (El caballero blanco y el caballero oscuro)

Capitulo I: El Inicio

I
Origen del Olimpo

Descedencia de los caballeros

Hace cuatro generaciones, cuando el sol aún se alzaba sobre reinos de esplendor y gloria, Galidor, el ilustre rey de Roma, vestía una armadura resplandeciente y portaba el honor de ser caballero de Athena. En tiempos en que la justicia se entrelazaba con el acero y los juramentos eran tan indestructibles como las montañas, Galidor fue amado y temido, y su sombra se alargaba como el manto de un monarca sobre las tierras que gobernaba. Fue entonces cuando encontró a su amada, Vanelope, de una nobleza que iba más allá de los linajes y cuya bondad irradiaba como un cálido resplandor en su vida. Juntos trajeron al mundo a Donatael, que se convirtió en rey de Grecia, quien, siguiendo el rastro de su padre, fue caballero de los dioses, perteneció a el dios de las profundidades y señor de las tormentas marinas.

Donatael, a su vez, se unió a Iris, una mujer de singular gracia y espíritu, y juntos dieron a luz a Peleó que fue un rey y pasado el tiempo se unió a Siris la cual engendro a Aquiles, un guerrero con el coraje y la destreza para portar la armadura de Zeus, el dios supremo. Aquiles era conocido por su valentía y por la fidelidad que le inspiraban los dioses, mas su destino se envolvió en la tragedia y el misterio. En sus últimos años, engendró a su último hijo, Trendor, un joven de mirada feroz y fuerza incomparable. Pero la historia de Trendor fue tan breve como intensa, pues desapareció en medio del caos de la última guerra de Aquiles, dejando tras de sí un vacío insondable en las crónicas de su linaje.

Carta a Eryndor

Querido Eryndor, sangre de mi sangre y portador de la esperanza de nuestra estirpe, me dirijo a ti en estas últimas horas, cuando el peso de los años ha caído sobre mis hombros como una nevada invernal. Te escribo para que, cuando yo ya no esté, esta historia no se desvanezca como el eco de un sueño olvidado. No quiero que nuestros logros, nuestras batallas y nuestros amores se pierdan en el tiempo. Este legado es tan tuyo como mío, y te corresponde preservarlo y compartirlo con aquellos que vendrán después de ti, para que sepan quiénes fueron sus antepasados y lo que sacrificaron.

Sé que los años han pasado veloces, como el río que no cesa de fluir, y el tiempo ha transformado al niño que un día fuiste en un hombre digno de honrar nuestra memoria. Aunque mis ojos ya no te verán, mi corazón te acompaña, y mi espíritu estará contigo mientras atraviesas las dificultades y las glorias de la vida. Mi querido Eryndor, siempre has sido una chispa de esperanza en mi existencia, y aunque mis días se acortan, quiero que mis palabras permanezcan.

Antes de que mi alma cruce el umbral hacia el otro mundo, y el frío de este último invierno acalle los latidos de mi corazón, deseo compartir la historia que pocos han escuchado y que he guardado en lo más profundo de mi ser. Es la historia de cómo fui moldeado, de cómo el peso de la responsabilidad y el filo de la espada me transformaron en quien soy hoy. Fue hace muchos años, en un tiempo que hoy parece brumoso y distante, cuando aún era un hombre joven, apenas un aspirante, sin los títulos ni las cicatrices que ahora llevo. Recuerdo las primeras pruebas, las primeras caídas, y el dolor de los sacrificios que enfrenté en mi camino para convertirme en un caballero.

Fue una época de desafíos constantes, en la que cada paso hacia adelante requería más voluntad y sacrificio. Con cada batalla y cada prueba, mi espíritu se forjaba y se templaba como el acero al calor del fuego, y con cada victoria, me acercaba más a mi destino. Me enfrenté a adversidades que parecían insuperables, y a enemigos que habrían quebrado a hombres menos resueltos. Pero mi voluntad no flaqueó. Y ahora, al final de mi camino, solo quedan las lecciones aprendidas, los ecos de esos días lejanos y el peso de la historia que recae sobre mis hombros.